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lunes, 18 de abril de 2011

Cuestión de fe. Parte 2 (Cristianismo)

Atravesó el halo de misticismo que se ocultaba al final de las escaleras, y llegó a otro nivel, exactamente igual que el anterior, sólo que sin más escaleras que subir, y con el pequeño detalle de un inmenso banquete  delante suyo sobre una mesa de madera de varios metros de largo de color marron oscurísimo. Las tallas de la madera se dejaban ver en un brillo parecidísimo, si no idéntico, al de las columnas que soportaban las escaleras que, a pesar de haber desaparecido delante de sus ojos encuanto hubo pisado el nivel superior, seguía visualizando en su memoria.

Se podían observar todo tipo de manjares y delicias de todas las partes del mundo;  En la parte más cercana descansaba sobre una inmensa bandeja un gran cochinillo asado con una manzana en la boca, adornado con un nido de hojas de lechuga y tomates. Conforme avanzaba la madera, avanzaban los platos, cada uno con una exquisitez propia de cada país del mundo. Desde fuentes repletas de fruta fresca, tan jugosa que parecía como si fueran a estallar de un momento a otro, pasando por enormes panes de arepa rellenos de innumerables tipos de mermeladas y dulces, hasta la carne más tierna asada con la precisión y el arte de un reloj suizo.
La personilla escuálida sintió hambre, y trató de acercarse a la mesa para disfrutar del banquete, puesto que ni siquiera sabía quién era, ni qué era ese lugar, ni cómo había llegado hasta allí, al menos, pensó, podría darse un capricho antes de buscar respuestas. Pero algo llamó su atención de inmediato en cuanto se dispuso a avanzar.

A la derecha de la mesa, colocada solitaria sobre el suelo esponjoso que acariciaba sus pies, se encontraba una puerta en forma de arco conopial, con las mismas tallas en las jambas y en el quicio que las de las columnas y la mesa, brillando como luciérnagas en un lago bien entrada la madrugada. La puerta era bastante simple, de doble apertura, con una madera pintada de blanco, pero sin pomos de los que empujar.
La pregunta era qué pintaba una puerta sin nada detrás, ni a los lados, ni delante suyo, a excepción de la mesa, a la cual no paraba de lanzar miradas de súplica, pues notaba dentro de su cabeza (y de su estómago) la necesidad de incarle el diente a una pata de cordero asada chorreante de aceite, justo delante de las fuentes de chocolate fundido, que brotaban como manantiales marrones y negros con su textura cremosa y azucarada.

De pronto, se escuchó el ruido de un mecanismo, como si estuvieran rodando varios engranajes a la vez, y la puerta se abrió de par en par, emitiendo un sonido seco, como el golpear de una madera hueca contra otra, despidiendo al instante una luz tan blanca capaz de cegar a la propia luminosidad. Y una silueta se materializó delante. Si la luz pudiera asignarse en características y en cualidades a una persona, la visión de aquel ente encajaría perfectamente en su descripción.

Sin mencionar palabra, aquel ente luminoso, se acercó al nuevo ángel que pasaría a formar parte de las filas celestiales, gozando de todos los privilegios de los que se le privó en vida, y multiplicando su felicidad por números que nisiquiera conocemos los humanos."

- ¿Y qué es un ente, abuelo?

- Un ente es algo que no puede catalogarse ni como una persona ni como un pensamiento.

- Comprendo... ¿Y cómo sé que todo eso que me has contado es verdad, abuelo?

- Bueno... Es cuestión de fe.

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