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viernes, 13 de mayo de 2011

Corazón de papel.

Un corazón de papel intenta latir en la nada. Sus pliegues se enroscan al paso de las llamas, y grita de dolor. Se transforma en una figura ígnea, que se vuelve primero roja brillante con centelleantes chispas amarillentas, y más tarde se torna de un gris pálido y triste. Arrugado y frágil, se deshace en el infinito ante una sonrisa torcidaa y maquiavélica por culpa de un cráneo amorfo protegiendo una mente privilegiada.

Arde el corazón de papel, y se pulveriza en infinitos pedazos de fúnebres vestigios de celulosa, y al otro lado espera la sonrisa perfecta. Dientes alineados como un xilófono con la misma nota, y una memoria que lo graba para sí. Una bonita sonrisa en la memoria.

Arde el corazón de papel, que intenta latir, y con nada intentona convulsionada se deshace aún más, y la sonrisa que intenta contenerlo se deforma. El cráneo que la hace estar ladeada se vuelve blando y pegajoso como el lodo, y los dientes comienzan a afilarse y a crecer formando riscos y sables amarillentos, abriéndose para dejar ver una lengua larga y afilada, moviéndose hacia todas direcciones buscando una presa, unida al paladar por unos hilos que parecen de diamante, pero están conformados por la más corrosiva de las sustancias.

Al otro lado, mientras el corazón de papel se consume, en una luz brillante cada vez más tenue, espera el rostro de Dios, acurrucando en su seno al corazón de papel marchito y decrépito, pulverizado en ceniza traviesa que intenta huír con cada ráfaga de aire. Corazón de papel, corazón de papel, observa ahora el rostro de Dios. Corazón de papel, observa un cráneo perfilado en platino, con una sonrisa perfecta, que se graba en tu memoria.


Corazón de papel, nunca tuviste a bien grabarte un monstruo en la cabeza, pues su complejo tal vez te lo haya impedido. Corazón de papel, no importa cuántos complejos hubiera podido tener, sólo importa que haya que recordarlo cada día. Corazón de papel, no importa cuánto sufrimiento haya aportado la burla de unos demonios a mi causa, sólo la inferioridad que me supone el sentirme como una mina de lápiz.


El corazón de papel se consume casi al fin en el infinito, y sus cenizas se acurrucan en la dulce sonrisa de un ángel, que desprecia el deformado complejo de un cerebro triste. Corazón de papel, corazón de papel. Ahora puedes llorar de la emoción. O tal vez para apagar tus llamas antes de que sea demasiado tarde.

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