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lunes, 20 de junio de 2011

Ejército de palabras

En forma de espiral, se cuelan en mi cerebro como un haz de luz. Están ahí, puedo sentirlas, como una presión que se acomoda en mi pecho, y quieren salir. Las letras me llaman y me piden que las plasme en el papel para seguir creando, pero no sé hasta qué punto esto es bueno o malo.
Ahí afuera sólo hay enemigos. Viven de tal modo, se manejan de tal forma, o visten, incluso, de una determinada manera, precisamente para no gustarme. ¿A mí en concreto? Naturalmente que no, sino al resto del mundo.
Ahí fuera sólo hay ojos críticos, que tratarán de pisotearme todo lo posible, pero la verdad es que eso ya no me importa.
Lo cierto es que www.ejercitodepalabras.blogspot.com ha crecido mucho más de lo que me esperaba en un par de meses, y comienza a ser más serio. Las letras son mi vida. Se puede decir que vivo por, y para la escritura, y son las únicas amigas que sé que estarán ahí pase lo que pase. Puede morir toda mi familia, que las letras siempre estarán ahí, ofrecíendome su hombro etéreo para descargar mi llanto sobre ellas. Puedo ser odiado por el resto de la humanidad, que siempre estarán ahí para mandarles a todos a freír un paragüas.
Maldita sea. Es que, ahora que lo pienso, las letras son las únicas que me  han dado un apoyo verdadero en toda mi vida en las situaciones más difíciles (que se excluyan de este grupo los aludidos).
Siempre deseo escribir. Salgo a la calle buscando inspiración, buscando historias, pero ya no es como antes. Hace tiempo, salía a la calle, y volvía a casa en dos horas con miles de textos en la cabeza por escribir, e innumerables ansias de comenzar a redactarlos, y disfrutar haciéndolo, cómo no. Ahora, miro el mundo desde otra perspectiva, y tal vez lo único que saque son unas cuantas ideas. Puede que ahora las ideas estén más trabajadas y más centradas en un tema, sin excursus, pero ya no hay una avalancha de pensamientos apelotonándose contra mi cráneo intentando salir.

Muchos me critican, pensando que ofenden, y la verdad es que eso me halaga, porque incluso han llegado a declararme su odio. Al fin y al cabo, si te odian, les importas. Así que muchas gracias a los que se molestan en, al menos, sentir algo por mi. Vuestro odio me da la vida.

De todos modos, ellos son unos cuantos, tienen sus propias armas, tienen la violencia, la tortura psicológica, las amenazas, y el chantaje. Pero yo tengo todo un ejército armado con la más poderosa de las armas. Un ejército de palabras.

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