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lunes, 11 de julio de 2011

La ventana.

Jamás me he mudado del sitio donde vivo. Mi barrio siempre ha sido el más tranquilo de toda la ciudad, e incluso me atrevería a afirmar que es el barrio más tranquilo de todo el país.
Es el típico barrio en el que nunca pasa nada. La gente vive feliz, levantándose a las 6 de la mañana para que a su familia no le falte un plato de comida en la mesa. Un barrio corriente y moliente, el cual arrastra los mismos vecinos desde hace décadas. Si, jamás ha venido gente nueva a ocupar ningún piso. Cosa bastante extraña, dado que, según mi información, había pisos vacíos en todos los bloques. Lo sabía porque la placa del nombre de los timbres correspondientes a los pisos vacíos estaba rallada con algún objeto punzante hasta la saciedad desde que tengo uso de razón, como si fueran pisos abandonados. Hasta el punto de lograr la imposibilidad de discernir cualquier tipo de letra o número en ellas.
Es por eso el extraño de este relato.
Vivo en un tercer piso, y tengo otro bloque con otras tres plantas justo en frente de mi ventana, desde donde se ven otras 16 ventanas todas pertenecientes al tercer piso del bloque de en frente.
Siempre que me levantaba, abría mi ventana y observaba la fachada de enfrente. Las ventanas estaban colocadas de forma simétrica y equidistante, pero había algo raro en la ventana situada en paralelo a la mía, una ventana traslúcida.
Cada día, siempre, sobre las seis de la tarde, una silueta siniestra ocupaba su contorno, cada día con una vestimenta distinta, y aguardaba ahí, sin moverse, impasible, horas y horas hasta caer la noche. Como nunca me había preocupado demasiado por aquel suceso, jamás me interesé en averiguar cual podría ser la causa. Observaba la silueta desde que tenía uso de razón, pero crecí, y comenzé a verlo extraño.
Me asomé a la ventana sobre las once de la noche, con la calle desierta y sin más acompañamiento sonoro que el silencio, y allí estaba la silueta. No tenía ojos, o al menos no se le distinguían entre su macabra sombra humanoide, pero sabía que me estaba mirando, y un escalofría recorrió mi espalda. Todo el vello del cuerpo se me herizó, y un terror inmenso me paralizó el rostro. No había observado nada que pudiera llamar mi atención, y de hecho la sensación de miedo tan intensa que había sentido se disipó de mi cuerpo como una entelequia. Una de las sensaciones más extrañas que había sentido en mi vida.
Saqué medio cuerpo por la ventana, y miré al suelo, para levantar la mirada instantáneamente y observar la ventana, y un grito ahogado brotó desde lo más profundo de mi ser al comprobar, aterrado, que en una fracción de segundo, la silueta había desaparecido.
Me metí rápidamente en casa, cerré la ventana de un golpe, y una lágrima del tamaño de una uña saltó desde mis ojos, derrapando por la mejilla temblorosa hasta la barbilla, donde se descolgó tímidamente hasta tocar el frío suelo de mi habitación, sin poder ennegrecer la mirada con los párpados. "Pero .. ¿Cómo es posible? No... no he tardado ni una milésima de segundo en apartar la mirada y volver a fijarla en la ventana...". Sentí cómo moría de miedo al comprobar cómo la silueta se había desvanecido prácticamente delante de mis ojos.
"Imaginaciones tuyas.... sólo imaginaciones tuyas...." Pensé mientras me acurrucaba en el suelo, paralizado por el miedo ante tamaño sobresalto.



Me desperté hecho un ovillo entre pelusas y zapatillas, y mi corazón latía a un ritmo desenfrenado.
Rápidamente, me vestí con lo primero que encontré encima de la cama, así como en la silla del escritorio, y bajé a la calle.
El sol pegaba con bastante fuerza, y se podía observar una ondulada nube etérea brotar del suelo al final de la carretera. Y por la árida calle, avancé hasta el bloque de en frente, recorriendo con la vista los portales con sus números, buscando tachones.
"Por favor, no, por favor, no, por favor no..." pensé.
Mi rostro comenzó a humedecerse de nuevo al observar la chapa y el timbre del bloque de enfrente.

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