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martes, 5 de julio de 2011

Las apariencias engañan (Parte 3)

Encendí el televisor y observé el debate que tenían montado.

- ¿Cierto es, Doña María Belén, que el ámbito de profesión de amor carnal por parte suya así como de su marido, si lo hubiere, concierne únicamente a la intimidad dentro de su morada?

- He de contestar, aún a riesgo de parecer mal educada, que me considero una dama, y en asuntos de caballeros y alcobas, las damas no tenemos memoria.

- Oh, pero si me permite la discrepancia... Las fuentes, tan fieles a nuestra cadena y sorprendentemente ágiles así como empíricamente veraces afirman que, al pertenecer al entretenimiento televisivo, carece usted del derecho a la intimidad.

- Correcto, no obstante y a riesgo de parecer descortés, las actividades ludico-coitales que pudiera llevar a cabo dentro de mi vivienda únicamente hacen como responsable a una personalidad, y es la que yo ostento, tanto como personaje, como persona, y como imagen. ¿Comprende el mensaje que trato de hacerle llegar?

- Si, pardiez. Dios está por testigo del respeto que siempre hemos manifestado hacia su merced. Pero la prensa sólo hace su trabajo, y no cesarán en la búsqueda de la información a base del importunio correspondiente. A no ser, o so pena, que nos done sus conocimientos que de primera mano conoce.

- Podría hacerlo, naturalmente. De hecho, he de manifestar mi conformidad con el halago con el que acaba de obsequiarme. No dudo de su capacidad para la obtención de información, pero he de recordarle a usted, y a todos los presentes (los cuales parecen haber olvidado el tema del cual tratamos) que este programa tiene como única finalidad el entretenimiento del pueblo llano. Y no considero fuente de ocio el hecho de que mis conyugales sean públicamente reconocidas, e inclusive narradas ¿Comprende el mensaje que trato de hacerle llegar?
Es más. Fuentes tan fidedignas como las suyas, han corroborado mis sospechas de que en este programa del cual tanto presume de presentar, ha sacado imágenes a la luz de momentos ínimos y familiares, donde aparece una servidora alimentando a su primogénita directa. Agradecería una disculpa, así como que jamás se volviera a repetir tamaño insulto dirigido tanto a mi personalidad, como a la personalidad de mi familia. ¿Es posible? Siéntome indignada. ¡Albricias! ¿Comprende el mensaje que trato hacerle llegar?

Sin decir una sola palabra, apagué la televisión, y me quedé mirándola apagada, con los ojos como platos, y con la boca abierta. Sólo conseguí que se me escaparan un par de pensamientos en voz alta.

- Pero.... ¿Cómo..?

Seguía sin salir de mi asombro. ¿Esa era Belén...? ¿En serio?


- ¿Cómo han podido cambiar de esa forma los programas del corazón?

1 comentario:

  1. Me gusta mucho esta entrada,y tu blog bueno y tu canal de youtube:) te sigo!
    un beso!

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