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lunes, 24 de diciembre de 2012

¿Dónde estaba yo?


¿Dónde estaba yo? Necesitaría respuestas algo más claras que un silencio incómodo. Los silencios sólo son la respuesta cuando lo que se pregunta es nada.
¿Estaba en tu desesperación por hablar conmigo? Quisiera saber, también, si tal vez estaba en tus sonrisas al despertar cada mañana, por muchas lágrimas con las que éstas estuvieran aderezadas.
¿Estaba en tu corazón, latiendo a mil por hora? Tal vez hubiera formado parte de esa corriente sanguínea que no paraba de fluir  de helarte por dentro, de ponerte el vello de punta. Quizá estuviera en cada uno de esos vellos erizados, quizá me hubiera materializado en cada poro de cada milímetro de tu piel. ¿Dónde estaba cuando reclamabas mi presencia? ¿Era parte de tu enfado? ¿Era tus gritos de ahogo y pena? Quizá, y sólo quizá, hubiera existido parte de mi en ese desasosiego que padecías por mi culpa. Pero ahora no lo veo claro. ¿Estaba en tus pinturas? ¿En tus dibujos? Estaba presente en cada pincelada de color a tu gris realidad?
¿Estaba en un mensaje de texto a las 4 de la mañana reclamando una presencia invisible? Quizá fuera ese recuerdo que, lejos de evaporarse busca aferrarse a la vida por medio de píxeles.

Ahora dime... ¿Dónde estaba? ¿Dentro de esa angustia que te corroía por tenerme?

Dime... ¿Estaba en sus labios? ¿Acaso formaba parte de ese beso en mitad de la noche? Quizá estuviera presente en esas partículas de saliva que pendían temerosas entre vuestras bocas. Tal vez formara parte de sus labios. Noté que me reclamaste, que me echabas de menos, que me querías, que me necesitabas, que tenías que encontrarme, y me buscaste en el amor de otra persona. ¿Estaba en esa sonrisa en mitad del beso? "Estás en mi, en cada cosa que hago, en cada cosa que leo, escribo, dibujo, como, miro, o dejo de mirar, ahí estás, impidiéndome pensar en otra cosa que no seas tú". ¿Yo estaba ahí, entonces? ¿Formaba parte de sus manos rodeando tu cintura con la ternura del beso que compartíais? ¿Era parte de tu deseo por morder su labial inferior? ¿Estaba en su cálida lengua, moviéndose en tu boca y jugando con ella? Necesito alguna respuesta. Después de tu búsqueda inefable por tenerme, después de vivir el nivel ulterior de la obsesión por pensarme... ¿Dónde estaba yo? ¿Estaba en tus cubatas de medianoche? ¿Estaba en los hielos de la copa resultante de ese abrazo? ¿Estaba en tu ilusión después de separarte de su cara? ¿Estaba en el deseo de volverle a ver?
Dime, ¿Dónde estaba yo? ¿Estaba en tu deseo por su boca? ¿Estaba en esas caricias a su rostro? ¿En la ternura de su calor?
Lo que daría por poder explicar con letras cómo me siento. Porque si, tal vez estuviera en mi sentimiento de inquietud. Creo que estaba tan claro dónde estaba que resultaba imposible saberlo. La obviedad resulta en el desconocimiento. Creo que estaba en tu falsedad. Creo que estaba en el "lo sabía" que vino después. Quizá, y sólo quizá estuviera en la piel de gallina al escribir estas líneas, sabiendo lo que hubiera sentido si hubiera vivido aquello, si hubiera tenido esa respuesta, si hubiera sabido dónde estaba. Pero... no lo sé. ¿Dónde estaba? Creo que lo que más me duele, es que sabía que estaba en tu despecho.

Creo que estaba en tu sapiencia de que jamás serían mis labios los que besarías, y te conformabas con una copia, aún cuando mi recuerdo te invadiera. Aunque fuera con él, por cuya culpa me dejaste, por el cual te cabreabas si insinuaba cualquier atisbo de atracción entre vosotros. Y... ¿ahora? Ahora me mata haber tenido razón.


Si hubiera estado en ti en ese momento, sería extraño, porque no me sentí ni la mitad de sucio, falso, y miserable de lo que me hubiera tenido que sentir. Y hubiera sido el único momento en mi vida en el que hubiera deseado no sentir nada.

domingo, 16 de diciembre de 2012

Eva. (Sucia, dolorida, y desprolija).


Su lengua se solía volver gris, y muchas perfidias se despidieron de ella. Lo único que podía acariciar el suave tacto de los colores frente aquella estampa era su cabello, con la llama por definición metafórica. Todo estaba demasiado oscuro como para poder vislumbrar cualquier otra cosa que no fuera su pelo.

De pronto, Eva sintió una sensación de pura soledad, entre todo ese bullicio de gente, su cabeza viajaba a paso de tortuga por un túnel infinito. Sentía cómo le picaban los genitales de forma muy extraña. Sentía como su corazón latía muchísimo más rápido de lo normal, y cómo sus manos comenzaban a sudar irremediablemente.

Sintió deseos de contarle a alguien cómo estaba, pero para ello tendría que averiguar, realmente, cómo estaba. Ni ella misma era consciente de sus propios problemas. Simplemente ellos llegaban, se la follaban sin pedir permiso, y la dejaban en una cuneta, tirada, dolorida, lacerante, sola.

Su vida era una continua violación de su espíritu, pero sin la fortaleza mental que pudiera regalarle la costumbre del sufrimiento.

La gente pasaba por su lado, y su cuerpo se movía por inercia entre las calles de la ciudad. Otro leve picor invadió sus partes íntimas, y el entorno se oscureció aún más, lo que hizo que su cabello tomara la consistencia de una deflagración muy viva y violenta.

Escuchó su propia voz, llamándole desde un tiempo pasado, un tiempo que fue mejor. Se veía de niña entre fantasmas y mal olor,  dándole una margarita enorme que había encontrado entre las sucias hierbas de un adoquín pegado a la carretera al chico que le gustaba. Su cara, repleta de pecas vergonzosas, se estremeció y se llenó de tristeza al observar el pisotón a la flor de aquel muchacho, y toda la ilusión, la alegría, y la inocencia de la niña se evaporó por completo en ese preciso instante. Sintió el retumbar del pie impactando contra el suelo con la margarita de por medio, y observó con dolor el maltrecho estado en el que quedó instantes después de que el chico apartara el pie, y se diera media vuelta para marcharse corriendo sin mediar palabra. Pasó de la alegría más luminosa, a la desilusión más oscura que recordaba en su tierna infancia.

De pronto, y casi sin querer, su mente escapó del ensimismamiento, y  sus ojos verdes se abrieron de golpe, iluminando levemente el, prácticamente invisible camino que dejaba la gente al pasar a su vera. Brillaban más de la cuenta, como dos estrellas en mitad de la negra noche, rezumando sombras verdosas, haciendo desaparecer a todas las sombras que poblaban su imaginación y su recuerdo segundos antes.

Su cabeza se recreaba en su propia miseria. El picor del pubis pasó a recorrerle casi todo el cuerpo, pero sus manos no se movieron ni un ápice para poner fin al desagradable y diminuto surtimiento. Simplemente le daba igual.
Estaba sucia, despeinada, maltrecha, dolorida, con picores, con la nariz sangrante, con la boca seca, perdida y desorientada.
Imaginó, y sólo imaginó... que todo lo que pudiera haber dentro de su cabeza sería el menor de sus problemas.

viernes, 30 de noviembre de 2012

Psicoactivo.


El coche se detuvo en el arcén de una lujosa urbanización con un montón de chalés adosados a cada lado de la carretera. Me bajé del coche con la preocupación de tener que resolver un problema que, de entrada, no tenía ni idea de cómo solucionar, ya que mi experiencia en cuanto a motor, coches, y demás parafernalias relacionadas con este mundillo, era completamente nula. Observé ambos lados de la calle, y pude ver cuantro trozos de algo metálico y oxidado cerca de mi vehículo. Recogí los tornillos y los miré con cara de preocupación, pensando qué tocaba hacer ahora.

El problema parecía ser que los remaches de una de las ruedas traseras, por el motivo que fuera (tal vez tuviera algo que  ver el hecho de que el coche tenía cerca de 30 años, y las revisiones habían brillado por su ausencia) se habían soltado de su encaje, y por alguna circustancia que desconozco, habían quedado rotos, doblados, e inutilizables. Me quedé pensativo, con los tornillos en la mano, sin saber bien qué hacer, y resoplé unas cuantas veces.
De pronto, una voz resonó en la calle desierta y austera, adornada sólamente por una acera muy poco decorada, y las vallas de madera y arbustos que protegían la propiedad privada de las casas.

-¡Eh, tú!

Mi cerebro se desorientó una milésima de segundo, pero el grito me sirvió para salir del ensimismamiento y la obsesión de mi mirada por fijarse en los tornillos de la rueda. Tampoco sabía muy bien qué pretendía conseguir mirándolos sin más, porque lo que estaba claro es que solos, no iban arreglarse, y mis concimientos de mecánica eran los mismos que de baile clásico. Alzé la mirada, y observé a un hombre, de unos 30 años, con abundante barba y, hasta donde alcanzaba a ver, bastante atractivo a la vista, con ojos verdes muy profundos, y cejas muy pobladas que conseguían darle mucha personalidad al rostro, asomado a la ventana de la que parecía ser la casa más grande de todas las de la zona.
Me hablaba a través de unos barrotes de acero, bastante finos, pero con aspecto resistente. Unas buenas medidas de seguridad para evitar robos, desde luego.

-¿Si? ¿Qué pasa? - Contesté con simpatía.

- Se te ha averiado el coche, por lo que veo. ¿Están listas las premisas?

- Eh... si... eso parece.

 Contesé con cierta perplejidad. ¿Las premisas? ¿Qué premisas? Imaginé que sería alguna frase que no logré entender con claridad debido a la distancia desde la que estábamos manteniendo la conversación, tan escueta y simple, así que no le di demasiada importancia.

-¿Cual es el problema?  - Preguntó.

- Los tornillos de una de las ruedas - Respondí con preocupación, y volví a mirar los tornillos de nuevo. -Están destrozados.

-¡Eso es terrible! ¿Y no sabe cómo  solucionarlo?

El chico soltó una leve sonrisa. O al menos eso me había parecido. Aún así, y sin ganas de interpretar su mueca, le contesté que si, y aproveché para preguntarle si sabía algo de mecánica.
Me contó que no tenía ni idea, que él sólamente estaba allí "por que si" y que no tenía por qué saber nada de esas cosas. Me contó que tal vez, en estas laberínticas calles repletas de adosados, hubiera algún mecánico dispuesto a ayudarme, y comenzó a hablarme de lo tranquila que era su vida y lo simpáticos que eran los vecinos.
Su actitud resultaba a veces irritante, y a veces demasiado mística como para poder pensar en otra cosa. Mientras me hablaba, recorrí con la vista toda la inmensa fachada de la casa, hasta observar, unos metros más adelante, la puerta de entrada a la propiedad, y el cartel de "bienvenida" que este sostenía entre dos finas estructuras de metal, que se perdían a formar parte entre los matorrales y arbustos que a su vez formaban parte de las vallas de madera. Encima de estas columnas diminutas de hierro bastante bien cuidadas, y que daban forma a la puerta de entrada, podía leerse un cartel: "CENTRO SANATORIO MENTAL VILLA ROJA".
¿Un manicomio? Pensé en si era recomendable, que un interno de un manicomio pudiera tener una habitación con ventana directa a la calle, o incluso si sería legal.
De pronto sentí un cierto temor. Es cierto que, a veces, las palabras de aquel hombre sonaban com distorsionadas, muy alejadas de la realidad. Como si sus palabras, su mente, y su cuerpo, fueran absoluamente en direcciones opuestas, pero tampoco daba el perfil de "loco". Supongo que era demasiado pronto como para saber algo así, apenas le conocía de media hora.
La cobertura de mi móvil había desaparecido, y por la calle no pasaba absolutamente nadie. Ni coches aparcados, ni niños jugando, ni voces hablando. Absolutamente nada. Nada, excepto aquel hombre, asomado a la ventana de un manicomio, hablando con un pobre diablo que ha roto los tornillos de una de las ruedas de su coche, y se había quedado completamente tirado. Un pardillo como yo, hablando con un loco.

-¡Eh! ¡Las mejores ideas siempre llegan tarde! - Dijo el hombre desde la ventana, de nuevo.

No dije nada, sólamente le miré mientras él seguía hablando.

- Usted ha roto cuatro tornillos de una rueda, pero el coche tiene cuatro ruedas. Podría quitarle un tornillo a cada una de las tres ruedas restantes, y ponérselos a la otra. Eso le servirá para llegar a la gasolinera más cercana, o a una estación de servicio. Para salir de Villa Roja sólo tiene que seguir las indicaciones de las señales de tráfico. Sé que es un poco lioso, llevo viviendo aquí casi dos vidas, pero no tiene mucha pérdida.
Mi rostro palideció. ¿Cómo no se me había ocurrido antes? ¡Claro! Usar un tornillo de las tres ruedas restantes para colocar la cuarta. Parecía una idea simple, pero había que pensarla, procesarla, y sobre todo; decirla.
Después de sacudir varias veces la cabeza, un montón de dudas aporrearon la puerta de mi curiosidad, exigiendo respuestas. ¿Cómo una persona con ese ingenio estaba encerrada en ese lugar? ¿Cómo?

- ¡Eh! - Grité tratando de llamar su atención.

- ¡Las oportunidades para hablar han de ser ahora! Nunca sabes cuándo vas a fallar, pero desde luego que si. Habla. ¿Qué ocurre?

Obvie la falta de coherencia de sus palabras.

- Dime. ¿Cómo es posible que una persona tan lúcida e ingeniosa como tú esté encerrada en un sitio como ese? A mi no se me hubiera ocurrido tu idea de repartir los tornillos restantes.

Su respuesta, me heló la sangre, y un escalofrío, tenso y rígido, me recorrió la espalda:

- Yo estoy aquí encerrado por loco, no por tonto.

viernes, 23 de noviembre de 2012

Mi ángel onírico.


Con este dolor de cabeza no puedo pensar. El hambre devora y eclipsa las otras sensaciones, aunque éstas luchen por salir, en una batalla que siempre tien como amarga desembocadura la derrota. Entre el aburrimiento y estos cansados y repentinos aumentos del ritmo cardiaco aumentan peligrosamente la desesperación y la sensación de adversidad. El no poder sentir ni pensar. El pensar que ya no está me hace sentir triste, y el sentimiento triste me recuerda el porqué lo estoy, y de nuevo a pensar, y es un círculo que no acaba nunca y se va consumiendo y pudriendo dentro poco a poco, como una implosión.

Pensé que sería mi ángel, que se abriría paso entre las nubes, con su cuero desnudo y sus alas luminiscentes, blandiendo una fina y elegante espada sujeta por sus manos de porcelana, con su cabello ardiente ondeando al viento, quemando con la pureza de sus llamas la densa y corrupta oscuridad. Que me abrazaría con sus frágiles brazos u que meso calmaría mi llanto. Que su aroma de jazmín y vainilla me inundaría los pulmones y así seríamos parte el uno del otro.

 Pensé que nuestros cuerpos se fundirían conjuntamente en una eterna comunión, y me llevaría a su reino etéreo, entre las nubes, con la piel hormigueante por las cosquillas de éstas al rozar nuestros cuerpos, ya celestiales. Que nuestra piel se convertiría en pura luz, y que entre los dos iluminaríamos un mundo creado por nosotros, existente sólo en nuestra imaginación. Nuestro mundo iluminado por nuestra propia luz, sin nada más. Pensé que debería dejar de pensar tanto para poder sentirla, hasta que me di cuenta de que todo fue un sueño. No digo pesadilla, porque fue agradable mientras duró. La pesadilla se hizo cuando desperté de ese virtualismo onírico que había creado mi imaginación, con pigmentos de realidad, pero que se me escapaban entre los dedos, como la arena fina de la playa bajo el sol.

Me di cuenta de que todo había acabado, y tan solo tuve que abrir los ojos para poder percatarme de ello. Creo que en eses momento lo descubrí: Haz como si lo fuera, hasta que lo sea... Piensa que todo fue un sueño, y sólamente quedará una nube onírica rodeando esos recuerdos, hasta que, al fin, desaparecerán en la nada más absoluta, arrastrada por el viento de una nueva felicidad, y una nueva ilusión, que brillará en el cielo mucho más resplandeciente que la que tu corazón se molestó en olvidar.

domingo, 11 de noviembre de 2012

Discordia.


Mañana empieza hoy, mientras notamos que, entre lágrimas, es el tiempo el que escapa de nosotros, y no nosotros de él. Ya es tarde para pedir que, al abrir los ojos, se haya dibujado en la bóveda celeste un nuevo día, porque este ya está corrupto.

A veces siento esa sensación de auténtico pavor a que todo lo que tengo en la cabeza pueda salir por algún sitio, o de alguna forma. Me aterroriza pensar que toda esa maraña de ofensas a la propia ofensa puedan adquirir algún tipo de materialización, bien en forma de actos, o bien en forma de personas que puedan cometer ciertos actos.

Y es entonces cuando sólo queda escribir, cuando sólo quedan las letras. Cuando a través de unos pocos símbolos, puedes escupir auténticas barbaridades sin temor a que puedan escapar del papel algún día. Y aunque así fuera, lo escrito siempre permanece, mientras que los hechos y los actos son sólo reales en el momento en el que se perpetran.
Son las consecuencias lo que se arrastra, no el acto en si. Por muy cruel que haya sido, por muy despiadadas que hayan sido las manos ejecutoras, sólo es la culpa, la moral, y la conciencia lo que algún día gritará lo que en ese presente llegó a ocurrir. Y volver a caer en el pozo en el que un día se convirtió tu existencia, vomitando sangre allá por donde se pasa, salpicando a las cicatrices de un presente cansado de luchar que comienza a evaporarse. Este presente no ha aguantado conmigo lo que, en su día, aguantó con otras circunstancias, con otras adversidades.

Esa sensación de sabes que la inspiración no te ha encontrado, y salir en su busca montado en armas hasta dar con ella, y llevarla a rastras hasta los dedos. Obligar mediante cualquier tipo de tortura, la más horrenda que cualquier mente humana, enferma o no, haya podido dilucidar jamás. Crear un sentimiento si o si, aventado por una preocupación de no saber qué es lo que se está haciendo, aun que se haga a la perfección. Una perfección tan absurda que no queda más remedio que llamarlo, simple y llanamente, perfección.

 Siempre se prefiere estar acogido por la suave brisa de la evasión mental, volando en el cielo, que con los pies en la tierra. Esa cálida sensación provoca la ascensión del alma hatsa el clímax más absoluto. Pero el calor, obliga a subir, y cuanto más se sube, más dura es la caída,eso está claro...

...excepto cuando te curtes en mil saltos y batallas

Será entonces, cuando ni cielo ni tierra puedan acabar con una mente que lucha por sobrevivir a través de sus dedos. Donde día tras día, cruentas batallas se libran en su interior, y sólo queda un neutral vencedor.
En la guerra todo muere. En la guerra todo acaba. En la guerra sólo existe la erosión. En la guerra sólo existe la muerte. En la guerra jamás hay vencedores, sino vencidos. En la guerra, como en el amor, todo vale.

 Y ese es el problema, cuando el todo, quiere decir realmente...todo.

martes, 6 de noviembre de 2012

El último latido.


Recuerdo tus piernitas al aire, con tu minifalda marrón, cogida de la mano de tu hombre, paseando por las calles de Logroño, con dos coletitas como adorno en el pelo y una sonrisa de oreja a oreja. Tu cadera contoneándose, moviendo los volantes de la minifalda, mientras mis manos rodeaban tu cintura y sincronizábamos ambos caminares para ir al unísono, y nos sonreíamos entre besos fugaces y arrugas en los ojos.

Tu cabello en forma de fuego dándome el calor que no me daban las gotas de lluvia que caían sobre nosotros en mitad de aquellos besos. Tan cálidos, tan blandos, y tan sentidos.

Y todo eso se quema, ¡se rompe!. Miles de látigos ígneos, muy pequeños, brotan desde lo más profundo de mi pecho, para tratar de consumir mi corazón. Grita, y se retuerce entre sonidos chirriantes y pústulas que explotan a causa del calor. Su tamaño va menguando, y las llamas terminan por consumirlo finalmente, convirtiéndolo en una bola enana de carbón, depositada sobre un frío suelo gris situado en el centro de mi pecho, iluminado pobremente por los pocos rayos de esperanza que consiguen filtrarse por el tragaluz en el que se ha convertido mi boca. Sin punto intermedio, un acceso directo desde la luz de luna hasta el dentro de mi alma.

Descansa mi corazón roto, acurrucado e indefenso, quemado y dolorido, apaleado y triste. Con la boca amarga y pastosa, y heridas en los labios, sin contar las quemaduras. Esforzándose al máximo por latir, quiere conseguirlo. Lo intenta una vez más, y otro estallido retumba en su machacada cabeza. Oye voces que le susurran que se deje llevar, que permita que sus piernas flojeen para acabar cayendo en el abismo. Ahí arriba no hay nada que ver, y quizá la solución esté dejándose llevar hacia la oscuridad.

Podría quedar algo de sangre que bombear, se pregunta, pero su cuerpo está demasiado maltrecho. Cualquier esfuerzo que lograra hacer sería el último antes de expirar, y dejar de existir para siempre. Convertirse en ceniza y echar a volar, como vuelan las ilusiones. Las mismas  que son arrastradas por el viento que levanta el polvo de un corazón roto que, tras incontables torturas, tuvo el valor suficiente para emplear su último aliento en un último latido, el cual se escucho como dos barras huecas de metal al chocar entre si a gran velocidad, y su eco resonó hasta el más recóndito rincón de un cuerpo agotado.


"Tummmm..... Tum....." Y se apagó definitivamente.

miércoles, 17 de octubre de 2012

Eva (anexo 4).


Eva le miró a los ojos desatando el fulgor que sólo un verde como el suyo puede desencadenar, y se clavó en las pupilas de Otto como dardos venenosos.
Se quedaron observando la mirada el uno del otro durante unos segundos que parecieron eones, y si la tensión fuera mantequilla, el espacio entre ellos podría preparar mil desayunos. Desayunos tristes y salados.

La amargura de los ojos cristalizados de Eva comenzaba a hacerse notar a medida que su cabello, tan rojo como el infierno, se apagaba progresivamente hasta quedar reducido a un salpicón de pintura goteante naranja que teñía sus hombros de las más tristes melodías.
Los ojos de Otto, en constante humedad, pero sin llegar a calar por completo la tristeza, eran testigos de cómo los labios de Eva comenzaban a vibrar, cómo su cara cambiaba la  inocente expresión de ángel caído del cielo por la de niña a la que le acaban de quitar un caramelo. Una niña a punto de llorar.

Las lágrimas no explotaron, pero comenzaron a brotar paulatinamente, a un ritmo muy constante y frenético. Pero podía aguantar el llanto, y sólo necesitaba serenarse un poco para poder alzar su rostro empapado, y poder hablar:

-Esto..¿Es todo? -Dijo mientras se ayudaba del aire inspirado por su nariz de porcelana para devolverle a su cuerpo ciertos fluidos. -¿Esto es lo que deseas realmente?

Otto no sabía bien qué decir. Su cabeza era una bola de pelo mal escupida por un gato vagabundo, cubierto de cartones de vino y de todo tipo de sustancias. Rodaba por las calles de su mente como una sombra que trata de escapar de si misma, pero siempre se ve proyectada en el suelo, haga lo que haga, y no hay forma humana de huír.

-Yo...-Dijo Otto antes de que la voz de eva, rasgada por la rabia, le interrumpiera.

-Tú...¿Qué?- Continuó Eva. Su voz sonaba como si, al serrar una madera, la hoja de la sierra se hubiera topado con un clavo de metal. -¿Quieres olvidar todos los tequieros? ¿Acaso quieres ver cómo desaparezco para siempre?
Se escuchaba a si misma y se daba cada vez más cuenta de que lo que estaba ocurriendo no era una pesadilla; Todo eso estaba pasando de verdad. Otto, ese drogadicto con un una nula capacidad de empatía a punto de romperse por todos lados de pie, mirándola a menos de un metro, escuchando solemne el discurso de la pelirroja que en ese momento apretaba tanto los puños hasta hacerse aún más blancos (si cabía) los nudillos.

-Lo sabes..¿No? Sabes que ya no habrá más despertares juntos, ni más conversaciones telefónicas hasta agotar la batería de nuestros teléfonos. Ni más "mi madre preguntó por ti", ni más susurros en la noche. Olvidar esas tardes de sonrisas y helados. Ese olor a chicle y vainilla que jamás volveremos a compartir. No más fotos, no más vídeos. Ser una sombra que una vez se hubo reflejado en un suelo de mármol para acabar cayendo en el barro más miserable.  Olvidar esa inspiración que a veces nos golpeaba a ambos en la cara. Ya no podrás abrazarme cuando tengas frío, porque ahora el frío está materializado delante de mi.

Otto no se atrevió a moverse. Las palabras de la cerilla (como le gustaba llamar Otto cariñosamene a Eva) comenzaban a hacer mella en su estado. Notaba una fuerte presión en el pecho que luchaba por salir con todas sus fuerzas. Le recordó, en cierto modo, al mono de la heroína.
-Sabes que ya no volverás a probar mis labios ¿Verdad? ¿Quieres eso? -Subió el tono y el volumen de la voz -¿Quieres, después de todo, que esto se quede como una puta aventura? ¿Quieres que esto termine sin haber aguantado ni la mitad de lo que, en su día, aguantaste por otras?

En ese momento, Otto levantó ligeramente la cabeza, hasta que sus ojos se vieron envueltos en una cantidad de lágrimas tan frías que comezaron a abrasarle las retinas, y sin poder evitarlo, cayeron en la tentación del suicidio arrojándose al vacío desde el acantilado más triste que jamás Eva pudo llegar a ver.

En ese instante, y observando la fuente en la que los ojos de Eva se habían convertido, se dio cuenta de muchas cosas. Y con un hilo de voz, sólo pudo añadir:

-¿Cómo es posible que broten lágrimas tan negras de unos ojos tan verdes?

Y se hizo el silencio más absoluto. 

lunes, 8 de octubre de 2012

Eva (Anexo 2)


Sólamente parpadeó dos veces, y bastaron para que sus ojos perlados por las lágrimas comenzaran a hacerse fuente, y le miró a la cara una vez más. En plena naturaleza, uno delante del otro, con el azul del cielo por testigo de aquel desengaño que temblaba ante cada bandazo de las pestañas de ella, que casi podía oírse cómo apartaba el viento permitiendo a las lágrimas seguir brotando.

Comenzaba a oscurecer, y la situación seguía igual de quieta y tensa que antes. Las cigarras comenzaban a frotar sus patas produciendo un desagradable sonido, los grillos y los saltamontes habían tomado su lugar entre las piedras del camino, las cuales, a su vez, habían decidido fragmentarse y filtrarse a través de las sandalias de la pelirroja para colarse entre sus uñas carmesíes.

Otto le miró, con su sonrisa macabra y mellada, y su cabeza casi calva por culpa de la heroína.
Cada vez hacía más frío allí, y como si no lo supieran, continuaron mirándose sin mediar palabra, como si hubieran instaurado una única rutina en ese preciso instante, un patrón periódico que repetir una y otra vez, pero a un nivel que se cuenta por milésimas de segundo, las cuales se hicieron una eternidad.
Pero Otto sabría que pronto esa situación terminaría, Eva volvería a secarse las lágrimas, y tendría que volver al control de vigilancia de la policía abajo en la comisaría del pueblo, mirando a las rocas de las montañas desde arriba.

Como se temía, el tiempo que pasaron abrazados, llorando, desembocó en la negra noche. Y la policía ya había subido a por ellos.
Los guardias forestales, con sus perros de presa y sus silbatos de ultrasonidos ya estaban subiendo la montaña para ver cual era la causa de que Otto no hubiera bajado aquel día a demostrar que seguía siendo fiel a su condicional.

Cuando por fin el ruido que generaban los acechadores le hizo reaccionar, se miró las manos habiéndolas separado del rostro de Eva y se quedó perplejo: Su pelo volvía a estar ardiendo.

sábado, 29 de septiembre de 2012

Bajo la lluvia.


El baile comenzó hacia medianoche, justo cuando las nubes de primera hora de la madrugada quisieron comenzar a llorar. Mi traje se había comenzado a volver pesado conforme se iba mojando, y su vestido se le iba pegando al cuerpo según el orden de las gotas que iban impactando en su cuerpo frágil del color de la porcelana.
Quise comenzar la danza antes de que el agua pudiera calar nuestra ropa, así que, esbozando una pícara sonrisa de media luna desde mi rostro, le extendí la mano para que pudiera cogerla con las suyas mientras avanzaba lentamente hacia mi.
La música comenzó a sonar dentro de nuestras cabezas, sincronizando el ritmo con el de nuestros corazones, los cuales empezaron a latir al unísono. El sonido de la melodía se conjugaba perfectamente con las gotas que se estrellaban con fuerza sobre el asfalto, pobremente iluminado por una farola oxidada. Como unos kamikaces que sólo nacen en el cielo sobre las alas de un verdugo en forma de máquina voladora para acabar reventando en mil pedazos contra el suelo.

El sonido de la música se intensificaba a cada paso que dábamos, y le agarré de la cintura al mismo tiempo que ella puso las manos sobre mis hombros. La danza fluía con la misma naturalidad que la lluvia descargaba sobre nosotros, y la Luna pudo hacer de nosotros una silueta en la negra noche. La estampa de mi cuerpo con las rodillas ligeramente flexionadas y los brazos estirados, sobre todo el que encontraba como final mi mano derecha, la cual estaba sujeta a la mano izquierda de ella, cuyo brazo transparente también se había estirado. Desde la sobra se podían ver los volantes de su vestido mecerse lentamente y con mucha pereza debido al apelmazamiento de la lluvia. Volví a plegar los brazos haciéndola voltear su cuerpo sobre su propio eje y cayendo en mis brazos. El baile fue fugaz.

Las gotas habían seguido cayendo hasta hacerle llorar maquillaje negro. El aspecto que tomaba su rostro no podría ser descrito de otra forma que "tétrico" pero, sin embargo, la dulzura de su faz no podía albergar tales definiciones, al menos no en ese mágico instante, con la lluvia bailando con nuestros cuerpos, y nuestros cuerpos bailando entre si, así como el mundo se había parado para disfrutar de nuestro baile.
La música comenzaba a hacerse visible, y se estiraba a través de los proyectiles acuosos que comenzaron a deshacer el elaborado peinado de ella. Los mechones de pelo anaranjado comenzaron a pegársele a la cara, haciendo de aquella dulce mirada una evocadora sensación de lascivia y sensualidad. El rojo de sus labios se volvió ligeramente más pálido.

El baile se detuvo por unos instantes, y de nuestras miradas cruzadas saltaron chispas. Cuando la electricidad de nuestro contacto visual hubo estallado contra la lluvia, el chispazo humeante de color amarillento nos había impedido recordar qué pasó desde que nuestros ojos se encontraron hasta que lo hicieron nuestros labios. Nuestras lenguas jugaban al escondite dentro de nuestras bocas, y la música incrementó su volumen. Su pelo, al contrario de lo que se espera cuando este se moja, comenzó a emanar un brillo incandescente, pero tan tenue como para no poderse apreciar a simple vista. Lo mismo ocurrió con mis ojos. Estaban cerrados, pero podía notar ese fulgor verdoso intentando escaparse de mis párpados.
Cuando separamos nuestras bocas, conseguí abrir los ojos, y el verde brillo que emitían se fundió con la cabellera llameante de ella, evaporando el agua de lluvia con el calor de nuestros cuerpos.

jueves, 6 de septiembre de 2012

Traficante de historias.


Traficar con relatos salidos del corazón para un engaño que sólo se perderá en el olvido de un aula sucia, machada de lápiz y lágrimas. Folios repletos de tachones, de historias no válidas o no aptas. Miles de historias perdidas tras un tachón y un emborronado sentimiento. Exactamente igual que cuando se te nubla la vista. Esa misma sensación vistiendo el curso de una historia. Todo difuminado hasta la saciedad, sin la posibilidad de entender absolutamente nada. Se trafica con historias.

Vender pedazos de alma a cambio de poco dinero, veneno muy potente, pero de muy poca calidad. Ponzoña de supermercado al alcance de todos, y sólo unos pocos capaz de usarlo con inteligencia.

Traficar con historias, ganarse la vida como escritor clandestino. Poder lucrarse a cambio de que tu vida y tu ilusión que se aferra fuértemente contra el papel, probando que ahí existió una historia tiempo atrás. Que tal vez la imaginación de una mente enferma haya estado puliendo una simple hoja de papel, torturándola con mil cortes provocados por un lápiz afilado que sólo deseaba el desahogo.
Lágrimas de grafito que cubren toda la superficie de la hoja, ahogada en sus propias historias. Sangrando con sufrimiento las virutas de madera que van cayendo, despojándose del infinito temor a la hoja en blanco. Ese desierto de nada, que un día fue vida, y que ahora se transforma, irónicamente, en la más absoluta desesperación. Cuando la pluma esgrime con hábil atención cada símbolo, una sensación de vacío llena una conciencia mermada por la vagueza de una mente brillante.

Manos arrugadas por la experiencia, arrugando historias malformadas. Complicidad en el fracaso, y pura tensión al lanzar la pelota al aire para que acabe cayendo en el olvido. El olvido también recuerda, como ente.


Cuando intentas escribir, y sólo salen lágrimas, es el momento perfecto para ponerte a escribir. Desgraciadamente, los textos más bellos salen de las épocas más oscuras de una persona.

jueves, 16 de agosto de 2012

Poemas de guerra.



Observa el rostro de  su enemigo, y sus ojos repletos de lágrimas se clavan en los suyos. La culpa ya empieza a comérselo por dentro, pero aún así, dispara. Y la bala atraviesa cualquier atisbo de humanidad que pudiera haber quedado en sus entrañas, mientras observa a su enemigo morir. El mismo enemigo que le había suplicado piedad en un idioma desconocido. La angustia recorre el cuerpo de ambos, a partes iguales, como una especie de carrera macabra que culmina en las lágrimas de desconsuelo del muerto en la arena, y del asesino en el infierno. Con las manos manchadas de sangre inocente, vuelve a gritar al cielo, y otro rostro se emborrona para dejar paso al abismo que, a partir de ese momento, significrá su vida. Para siempre.
Y observará al enemigo correr, y observará al enemigo gritar, y le será indiferente que detrás de cada persona se esconda un mundo, unos sentimientos, y una historia que contar. Sus disparos arrasarán con todo, y con todos. Escuchará los alaridos de clemencia que sus aterradas víctimas le suplicarán desde su ahogada y ya marchita vida, y pondrá fin a su existencia sin dudar un sólo segundo. El dedo ejecutor que destruyó tantas vidas, para cambiar sólamente una.

Una inocencia que se perdió a base de marchas de tambores y cornetas. Tantas lágrimas de tantas madres que vieron escurrirse entre sus manos la dulzura de un niño. Y su juventud perdida traerá de vuelta, desde su viaje a la nada más absoluta, las más tenebrosas sensaciones de angustia, dolor, lástima, pena y tristeza. Una amargura digna del sentimiento de impotencia que sólamente se puede respirar al acabar con otros. Al segar vidas inocentes, al romper su piel humana y desatar el poder de una bestia que vive latiendo en su interior. La muerte cambia la capucha por un uniforme, la guadaña por un fusil, los huesos por músculos, y lo que un día fueron ojos, se convierten en las lágrimas de pena más negras de las que cualquier corazón humano pudiera haberse apiadado jamás.

Sabe que, al final de la batalla, al final de la guerra, y cuando la lluvia hubiera, por última vez, mojado su rostro, borrando la sangre de los vencidos en sus manos, su llama también se apagará. Pero la angustia de saber que la conciencia y el alma seguirán vivos, y le atormentarán aún después de su muerte por lo que su pasado le deparó, sigue creciendo. Ya en el lecho de muerte, con la suerte que no disfrutaron los caídos en sus manos. Con la gloria que no sintieron los que murieron solos, angustiados, con dolor. Con una paz creada como defensa por una mente asesina. Una paz que no pudieron disfrutar aquellos que se cruzaron en su camino.
Y el ulular del viento arrastra una voz cruel, que le susurra que ya cayó hace mucho tiempo, que la muerte no llega al final de los días, que sus días de vida ya acabaron hace años. La existencia es efímera, el recuerdo es lo que prevalece. Desde luego no es lo mismo morir, que perder la vida.

jueves, 9 de agosto de 2012

Déjate llevar (borrador)


Inspiró profúndamente, y una calma tan quiteta como una balsa de aceite inundó sus pulmones. Observó al público, impasible, con la mente aún en blanco, y comenzó a improvisar.

Las palabras brotaban de sus labios sin ningún sentido ni coherencia, pero a la vez con cierto ritmo y elegancia, y el suave tacto de aquel halo de extraño misticismo comenzó a rodear su cintura.

Sus labios se movían solos, esgrimiendo la mejor de las batallas jamás batalladas por un espadachín, perfilando las más bellas prosas de la más prosáica pluma del mejor escritor, sintiendo las penas del más apenado de los dolientes.

Su cintura comenzó a moverse junto con sus caderas, y sus pies comenzaron a danzar al ritmo de sus palabras.

Volvió, de pronto, y dentro de su alma, al interior de su madre, nadando en ese limbo, en esa nada, en ese vacío que existe antes de que nada exista. Y se desvaneció ante la atenta mirada de los espectadores

sábado, 28 de julio de 2012

El saber duele.


Hay una especie de basura en mi ánimo que me impide pensar en cosas alegres. Supongo que ya he empezado a deshacerme por dentro, de una forma u otra. Es como una especie de vacío del que no puedo salir. No se puede salir de un lugar que jamás ha existido. Como vagando por la nada, sólo viendo sombras, escuchando gritos de terror y auxilio, observando caras monstruosas que sólo me piden que deje de sentir.
Me muero por hacer miles de preguntas a la nada. Preguntas de las cuales no quiero saber la respuesta.

Soy sólamente otra sombra más en este bosque perdido. Alejado de la mano de Dios. Aquí no hay nada, sólamente oscuridad, y unas manos ensangrentadas que aporrean teclas sin cesar, pero no escriben nada. La inspiración se está yendo, y siento que de mi sólo quedará la sombra de lo que fui, una cáscara muerta y vacía con un alma brillante que se evaporó cuando la oscuridad y la podredumbre la hubiera consumido por completo.

Siento a mi corazón latir odio, rencor, y resentimiento por pasados que ni siquiera me pertenecen, con arena en la sangre.

En este baile de sombras macabras, sólo me queda esperar, completamente solo, abrazado a las horas, escuchando al tiempo pasar, y susurrarme al oído que la mente también tiene fecha de caducidad, y que la mía está próxima.
Con las manos temblorosas, con la sangre brotando por todos mis poros. Un ente lacerante que sólo puede limitarse a escribir, y a pensar en lo que escribe.
Aquí, en la más absoluta soledad, rodeado de gente.


Queremos saber, sabiendo que si sabemos, dolerá.

domingo, 1 de julio de 2012

Arena en la sangre.


Camino empedrado hasta el corazón, con arena en la sangre, porquería que se filtra a duras penas por una rejilla formada con las raíces de los más oscuros pensamientos.
Y nadie se atreve a limpiarla, es una permanente sensación de latente oscuridad, esperando el momento para manifestarse con todo su ímpetu.

Una sensación existente sólo en la imaginación de una conciencia muy enferma, ya casi terminal, a un nivel que se escapa de lo físico, pero que aún así es apreciable.


La sensación de notar la sangre, negra como el futuro de una demencia similar a esta corriendo por tus venas, sucia, grasienta. Esencia vital que no parece lo que es.
Con arena en la sangre, diminutas piedras que chocan contra las paredes de las venas machacadas por el dolor y la adversidad a cada latido, y laceran aún más aquello que se considera, en una comparación física, a los sentimientos.

A toda velocidad, recorriendo cada rincón no necrosado del cuerpo, riéndose y comiéndose tus entrañas.
Arena en la sangre. Arena de un tiempo pasado que, de hecho, no fue mejor, como suele decirse. Y si aquel tiempo pasado no fue mejor ¿Cuándo podremos decir que cualquier tiempo pasado fue mejor? Todo resumido en un suspiro, el nivel ulterior de lo desesperante.

Llora arrepentido el pasado allí dónde ya esté, pues su recuerdo sigue amaneciendo, día tras día. En un Sol oscuro y despreciado, pero inevitable. Su puesta ocasiona apacibles sueños, y su retorno las más terribles pesadillas, con los ojos abiertos. Morir pensando y no sintiendo, y la única vía de escape se esconde tras el horizonte siendo la entelequia del sufrimiento.

Arena en los ojos, de una velada de martillazos insensibles, de letras sangrantes tocadas al aire hasta su visión en un papel que se vuelve triste al leerse tatuado con tales demencias.


Insomnio, y sangre sucia que contamina más y más el corazón a cada momento. Ideal para escribir.

sábado, 23 de junio de 2012

Sentir, es dolor.



Cuando duermo, no pienso, sueño. Cuando sueño, siento, no suelo pensar. Me da miedo sentir, pero me da pánico pensar.  Sólo quiero dormir.

Sentir es inevitable, y pensar es casi opcional.
 Cuando sientes, piensas,y cuando piensas, recuerdas. Lo malo es que el recuerdo duele. Sentir, es dolor a través del pensamiento. Son los sentimientos los que trasnforman en pensamientos las sensaciones.


Sentir, es sólamente dolor, en mayor o menor medida (A veces eclipsado por el placer o el miedo).
 Sentir es dolor, sin sentir dolor.
 Pensando.



Siente, no pienses. Si sientes, el pensamiento ya vendrá.

sábado, 16 de junio de 2012

El Escritor (Parte 2)


Parte uno: http://www.ejercitodepalabras.blogspot.com.es/2012/05/el-escritor-parte-1.html

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El dolor comenzó a ser insoportable. Notaba cómo sus huesos se debilitaban a cada aguijonazo, y sus músculos comenzaban a ser un festival de tics y entumecimientos. Y llegó un momento en el que su cuerpo no pudo más. Y su mente lo supo.

Algo que ni él hubiera podido definir o describir con palabras recorrió su cuerpo con la velocidad de un rayo (Puede que fuera literalmente un rayo), y una sensación de presión apareció en su pecho, la cual acabó explotando instantes después.

 Abrió los ojos, y gritó. Un grito desgarrador que llenó la habitación por completo, y casi se pudo notar la vibración de los cristales de las ventanas que no conseguían filtrar apenas nada de luz.

Y sentado en aquella habitación con un inmenso pergamino delante suyo, únicamente iluminada por el fulgor ígneo que emanaban las lágrimas y su boca abierta de par en par,  todas las letras se despegaron de su piel emitiendo un sonido agudo y seco, como una onda expansiva, al son de su grito, como un campo de batalla donde se arroja una bomba, y los soldados enemigos salen disparados hacia todas direcciones. Como un vaso de cristal al romperse.

Todas esas letras, como cristales tintineando en una tonalidad desafinada, volvieron a girar a su alrededor, esta vez con una velocidad que asustaría a la propia luz.

 Lágrimas luminosas y amarillentas que escurrían por sus mejillas.
 Las letras giraban con más velocidad, esgrimiendo sus convulsiones eléctricas, sangrando oscuridad, pero no se atrevían a volar hacia el escritor, el cual alzó las manos, y con rápidos movimientos, iba tocando con los dedos, una por una, las letras que vasculaban a su alrededor. Cuando las tocaba, dejaban de chisporrotear y, emitiendo un oscuro pero tenue sonido, comenzaban a rezumar un apagado humo rojizo y desaparecían casi al instante, quedando grabadas en el papel, apareciendo en un destello y convirtiéndose en negros garabatos, comparable a la lava cuando se solidifica.

domingo, 10 de junio de 2012

La búsqueda (Parte 2)



El sol me atizó en la cara como un látigo, y me pilló tan de imprevisto que casi me asustó. Sacudí la cabeza unos instantes, enfoqué el camino hacia el coche, y lo arranqué cuando ya me hube metido dentro. Le costó arrancar bastante más de lo normal, pues se notaban las lasrgas distancias que, en épocas estivales, había recorrido de una punta a otra del país a manos de mi padre, con mi madre de coopiloto, y mi hermano y yo en los asientos traseros, peleándonos a todas horas.
Evité que aquellos recuerdos familiares que ahora quedaban tan lejanos penetratan más de lo necesario en mi cabeza, y emprendí la marcha hacia no sé dónde, para buscar algo que, aunque no supiera que era, sabía que lo encontraría.

El cielo se emborronó un poco más, y unos cuantos garabatos negros se deslizaron sobre el cielo, tratando de alcanzar el Sol con sus garras sombrías. El negro de esas nubes no era normal en absoluto, al menos no para ser nubes tan aisladas unas de otras. Es cierto que el clima en mi ciudad siempre había sido muy extraño y poco regular, pero esas nubes asaltaban el firmamento con su negrura, desentonando completamente con el resto del panorama. Procuré no darle mucha importancia, estaba saliendo de la ciudad y necesitaba comenzar a poner los 5 sentidos en mi marcha.

Las carreteras que trataban de escapar escurriéndose entre los edificios siempre habían permanecido en el mal estado en el que se construyeron: Baches, badenes, desniveles y bordillos donde no debería haber más que asfalto poblaban de temblores y ruidos el interior del vehículo.

De pronto, todo cambió. Y aunque el cielo se siguiera tiñendo de gris cada vez con más constancia, sentí en un sispiro el cambio del estrés urbanita y la molesta contaminación acústica de la ciudad, y me convertí en parte del paisaje. Apenas me había dado cuenta del cambio, y en un abrir y cerrar de ojos me encontré viajando por una carretera solitaria en la ladera de una de las montañas con el rostro más precioso que jamás haya podido ver. "¿Estará aquí lo que busco?" pensé mientras miraba el paisaje.

Desde la carretera se podía sentir el desvanecimiento del terreno hacia el valle. Con la forma de una línea de pulso en un control médio, casi en forma de V.
 Las laderas de la montaña estaban adornadas con una cantidad incontable de árboles que, en ocasiones, dejaban a la vista manchas de piedra gris tan bella como la visión de aquel paisaje. Se podían observar las grandes hileras de pinos, chopos, abetos, nogales y robles salpicar de verde esmeralda aquella magnificiente montaña. "Creo que no... No siento nada." Pensé con gran desilusión al dejar atrás aquel paraje de ensueño. Y sin mediar más palabras para mis adentros, continué mi camino.

lunes, 4 de junio de 2012

La búsqueda (parte 1)

Me desperté con los ojos pegados y un mechón de pelo molestándome en mitad de la cara. Di un par de vueltas perezosas en la maltrecha cama mientras esperaba el momento para levantarme, aunque no me apeteciera lo más mínimo, debía hacerlo.

Desplacé una de mis manos hacia la cara y me aparté el pelo que estaba donde no debía estar. La boca me picaba por el alcohol de la noche anterior, y me sabía a ceniza y a sangre.
Me levanté de la cama de un respingo, y observé mi habitación: Toda una montaña de ropa surgía del suelo hasta tapar la mesa de mi escritorio, al lado de la ventana, a la cual ya se le había caído la cortina unos días atrás. El armario sólo tenía una puerta, y la poca ropa que quedaba dentro no tenía pinta de oler muy bien. Me molesté en avanzar hasta la ventana, y abrirla de un golpe. Asomé la cabeza mientras el tiempo dejaba atrás el crugido de la contratapa al abrirse, y miré al cielo. El Sol brillaba entre los edificios, y sólamente unas pocas nubes conseguían abrirse paso tratando de contaminar de negro la bóveda celeste. Otro caluroso día más.

Supe que ese sería el día donde encontraría ese "algo" que necesitaba para volver a sonreír. Hasta ahora, mi vida había sido un completo desastre. Trataba de vivir de mis padres, haciéndoles creer que estaba estudiando el tercer curso de una carrera que no existía, en una universidad que me había inventado, y en una ciudad de la que ni siquiera recuerdo el nombre.

Supongo que no era feliz, pero tampoco me había molestado en buscar la felicidad. Sabía que me faltaba "algo", y no me refiero a poner orden en mi casa, a poder comer algo cocinado por una persona, o a ponerme ropa limpia. Sabía que tenía que buscar aquello que me faltaba, y pretendía que hoy fuera el día.

Caminé unos pasos hasta el cuarto de baño y me miré al espejo, prefiriendo borrar cualquier recuerdo que esa habitación pudiera evocarme. Mis ojos se clavaron en mi, y objservé el verde resplandor que emitían. Me miré de arriba abajo, saqué la lengua, y me hice un par de muecas. Abrí el grifo y coloqué las manos debajo hasta que se hubo creado un pequeño estanque en la forma cóncava de mis palmas, y me lo llevé en un suspiro hasta la cara. Aún con el rostro empapado, alcé la vista, y volví a mirarme, apartándome la media melena de la cara, y echándome el pelo hacia atrás, mientras observaba mi cara mojada.

Rescaté un par de calcetines con algún que otro agujero, unos pantalones vaqueros que llevaba poniéndome hace ya un par de meses, y una camisa de cuadros, y cogí una libreta y un bolígrafo de lo que quedaba a la vista de la mesa del escritorio sepultada por la ingente cantidad de prendas que había ido amontonando. Volví a mirar por la ventana: El cielo había comenzado a cubrirse, pero no para poder afirmar que estaba nublado. Sólamente unas pocas nubes, algo más negras, se habían atrevido a aparecer allá por el horizonte.

Cogí las llaves de la tartana de cuatro chapas con algo de pintura y un motor adherido con celo a la cual mi padre, en un pasado, la hubiera llamado "coche", y salí por la puerta de casa.

miércoles, 23 de mayo de 2012

El escritor. (Parte 1)

Sangraba sombras, como la sangre cuando se diluye en el agua del mar al ser zarandeado un cuerpo por un escualo. Supo que le estaba mirando, aunque físicamente no tuviera ojos, y las letras saltaron de golpe en un brillo que rezumaba burbijas moradas del papel, con un sonido muy grave y seco, y comenzaron a oscilar alrededor suyo.

Emitían un sonido característico, como el de una cerbatana pequeña al ser disparada con potencia. Así, pero multiplicado por toda la legión de letras que giraban en torno a él.
Y la potencia de los caracteres que ondeaban como avispas a su vera le silbaba los oídos. Y comenzaron a soltar pequeñas descargas eléctricas no más grandes que una mina de lápiz, moviéndose por convulsiones tan rápidas que escapaban a la lógica, cuando montaron una acometida contra él.

Pero siguió sentado, firme y sereno, aguantando con lágrimas en los ojos cada espadazo literario que impactaba contra su rostro con la furia de una legión de soldados necromorfos.
Las letras continuaron avalanzándose sobre él. Sólo unas pocas, mientras el resto del manuscrito seguía girando. Notó cómo las marcas le quemaban la piel y apretó mucho los dientes.

Los símbolos cada vez caían con más fuerza, y se adherían a su piel desnuda con un brillo tenue al volar, y un pequeño destello al impactar, y quedar sellados y tatuados para siempre en la dermis del escritor.

Una letra se avalanzó en una cometida violenta sobre su frente, y soltó un leve gemido. Sus ojos se cerraron muy fuerte, abriendo, irónicamente al cerrarse, la puerta a un puñado de lágrimas que se precipitaron temerosamente al vacío de sus mejillas.
 La letra que había impactado entre ceja y ceja parecía brillar más que el resto, pero no más que sus ojos al abrirse, y haber transformado el triste líquido lacrimal en una potente y blanquecina luz que emanaba como una fuente de esperanza por sus mejillas. Había comenzado a llorar una luz que emitía un sonido abombado, pero muy tenue, casi inapreciable.

martes, 15 de mayo de 2012

(Eva) Quisiera ser.


Eva, quisiera ser lluvia para poder mojar tu vida. Para poder humedecer tus cabellos llameantes, que se escapan desde tu cabeza hacia los hombros en un bucle flamígero infinito.

Me gustaría poder ser la lluvia que resbale por tu dulce rostro acaramelado, y acariciar con mis proyectiles acuosos la vergüenza de tus pecas de tu piel de porcelana. Como quisiera poder ser las nubes para poder convertirme en niebla y volar a través de tu cuerpo casi transparente.

Poder convertirme en lluvia para recorrer todo tu cuerpo con mi poder celeste, explorar cada rincón de ti. Poder surcar mis sueños contigo de la mano, y viajar hasta ese temeroso lunar en el cuello que conecta en una sinuosa perfección etérea con el de debajo de tus labios de algodón.

Eva, quisiera ser el sol para bañar tu cuerpo con mis rayos luminosos. Poder brillar más que tu sonrisa perfecta. Poder ser el astro rey para observarte desde arriba, poder ver tu pelo carmesí ondeando en el viento, como una bandera que llama a la gloria después de la batalla que se libra dentro de tus pensamientos, Eva.
Conseguir dar calor a esa pobre personalidad que trata de aflorar con algo de autoestima perdida por la desdichada falta de juicio de un ayer bochornoso.

Quisiera materializarme en esas gotas de rocío que tapan con su manto intercalado la hierba del césped donde poses tu cuerpo, y poder acariciar cada rincón de tu ser con las briznas que eleve cuando consiga ser brisa.

Convertirme en arena de playa, para poder sentir cómo te hundes en mi cuando caminas por mi alma desnuda, mojada por las olas de un pasado que quiso volver a sentirse parte del mar.






Déjame amarte, Eva.

miércoles, 9 de mayo de 2012

Pretérito imperfecto complicado.

Llantos colmados de sobresaltos musicales que pretenden huír de gritos malintencionados. Siempre quise saber cómo sería la sensación de miedo más pura, sabiendo que no pasaría nada. Entonces no era consciente de que si supiera la razón de mi miedo, este desaparecería.

Sólo espero poder marcharme, poder irme de esta cárcel de huesos y comenzar a vivir mas allá de mi. Convertirme en brisa y viajar hasta los más oscuros rincones del universo. Poder contemplas la bóveda celeste desde arriba y sentir que domino la tempestad y su posterior calma.

Cuando esta sensación que comienza en el estómago, sube hasta el pecho y comienza a latir aparece, sólo quiero marcharme a vivir otra vez, lejos de mi. A notar la musicalidad recorrer los callos de mis dedos, Poder vivir de nuevo en la idiocia, donde era feliz, donde describía el mundo sin mayor esfuerzo, desde el punto de vista de un niño sin formar. Donde todavía una madre suspiraba por su hijo.

Donde tantas lágrimas se han escapado, ya no soy feliz, donde tantos recuerdos visitan mi mente cada día. Donde nuevas ilusiones llegan, con un turbio ayer que critica mi subconsciente, pero que mi corazón y mi terreno más pasional y visceral no tiene otro remedio que querer. Ese camino que una vez mi alterna existencia andó antaño, que jamás, bajo ningún concepto se atrevería a volver a pisar, y que, con falsas lágrimas y amargas sonrisas se despide de un pasado bochornoso, queriendo olvidar, pero sabiendo que sus recuerdos son lo único que queda latente en un cuerpo vacío y lleno de pobredumbre.

Quisiera ser rayo de sol, para bañar al mundo con mi luz cada día, para poder tocar y sentir con total impunidad. Cómo quisiera ser aire. Poder respirar sobre mi mismo sin temor a topar con otra brizna de hierba mal cortada que me tapone los sentimientos que tratan de explotar desde mi pecho, manchando de lírica sangre mis pasos de cristal rallado por la codicia de un futuro que aún no ha llegado por miedo al qué dirán. Si qué dirán se pregunta un futuro ¿Por qué esto fue? se preguntará el pasado. Pero ya nadie sabe qué será.

Será que necesito respirar de nuevo, y volverme a sentir libre. Si supiera cómo quitarme estas molestas cadenas oxidadas por el paso del tiempo en forma de llanto. Si supiera cómo parar la fuente de mis ojos. Si pudiera imaginar de nuevo, y saber sentir. Si pudiera hacer que me diera igual el resto de iguales. Pero tengo demasiada envidia de la gente, esa gente que saber ser feliz y consigue su objetivo. Esa gente a la que tanto he odiado. tengo demasiado rencor acumulado en forma de frustraciones plasmadas en un papel arrugado de tantas lágrimas. Como un libro de notas que va envejeciendo conforme el tiempo golpea sus maltrechas páginas en las cuales únicamente hay dolor y tristeza reflejadas por la esencia vital de una vida que lucha por salir de allí. De mi.

Con el miedo constante a no volver a sentir esto que siento ahora. Con el miedo de no saber cuando podré volver a crujirme los dedos cansados de tanto desnudarme el alma.

Poder mirar al folio en blanco, con valor, y decirle que no le tengo miedo. Bien alto y bien claro, reventando de la tensión las cuerdas vocales. Cómo quisiera poder seguir sintiendo en el papel, pero ya está, ya no hay nada. Tal vez algún día ella vuelva. Hasta que no lo haga, así es como quedarán las cosas. Taciturnas, y desesperanzadoras.





Ya no sé qué más hacer. Todo me supera.

martes, 24 de abril de 2012

Siente, no pienses.

Hoy, las paredes gritan tu nombre,  y te echan de menos.
Se creen que no les oigo llorar, por el simple hecho de que no tienen alma, ni ojos por lo que evocar sus lágrimas de pena pétrea. Pero les oigo llorar, porque sé que claman de nuevo tu presencia.
Esperan volver a observarnos abrazados sobre un lecho conjunto de sensaciones, ardiendo como dos Aves Fénix esperando, en un suspiro del alba, renacer de nuestras cenizas cuando la pasión nos hubiera consumido por completo.

Volver a resurgir después de haber sido entregados el uno al otro sin más testigo que las cuatro paredes que envuelven en un halo de misticismo y de seductor acogimiento nuestra morada.
Hoy, las paredes gritan tu nombre. Con sus porosas superficies se asombran al ver el hueco vacío que ha dejado tu presencia. Y se preguntan dónde fue la Sílfide que sedujo a su amo.

Hay un arcoíris formado por las lágrimas de felicidad de tus ojos y la luz de tu sonrisa.

Ahora cuando estás ausente, y te busco entre llamadas perdidas y bajos tonos, un nudo se dibuja en mi garganta impidiéndome respirar, y requiere de tu presencia para disolverse. Ahora que no te encuentro, aunque sé que te encontraré, me cuesta incluso respirar. Me cuesta pensar que te pierdo aún sin haberte tenido.
Me cuesta convencerme de que todo ha sido real, y no un mal sueño creado por mi mente enferma.

No paro de pensar en lo que podría haber significado una lágrima más o una lágrima menos, cuando nuestras sensaciones se colmaban de incesantes sonrisas y falsos ojos húmedos escondidos en un doble fondo que sirve de tapadera a los pensamientos más absurdos.
Me cuesta pensar en que ahora sólo queda aparecer en tus sueños, en tu imaginación, y en tu memoria. Que mis brazos no estarán rodeando tu cuerpo mientras tu mirada proyectaa un "te quiero" que se filtra en mis pupilas y me hace temblar.

Mis ojos se hacen fuente al pensar en toda aquella bruma del pasado que hemos dejado escapar sin contarnos. Pensando en todas aquellas vidas que llenaron el vacío que sentías antes de que mi presencia lo inundara con un nuevo aroma de esperanza.

Siento que no puedo ofrecer más que lo que,vagamente, tus emociones me piden. Siento que no puedo sentir más. Querría sentir más fuerte, más alto, y más claro, pero sólo puedo pensar.
Pensar en que no siento me hace olvidar el motivo por el que dejé de sentir, y sentir le da el único motivo a mi vida a seguir siendo vida.







Siente, no pienses.

lunes, 16 de abril de 2012

Te recuerdo.

Cuando nuestros cuerpos se fundieron en un sensual baile y tus manos se posaron sobre mi pecho, suaves, delicadas, acariciantes, supe que romperte los labios de un beso era lo adecuado.
Noté como el ácido sabor del alcohol se contrarestaba con el dulce aroma de las notas que bailaban nuesras lenguas abrazadas. Jugueteando entre ellas como dos niños pequeños con juguete nuevo. Con esa sonrisa pícara al mover las caderas, al no atreverte a acercarte tanto, al querer bailar y tenerme.

Recuerdo cuando, traviesa, tu boca tonteaba con mi cuello, con mis labios, con algún que otro dedo de mis manos, las cuales no cesaban en las caricias, y con la sensualidad hecha voz.

Cuando el frío de la noche cayó sobre nosotros y no tuvimos más remedio que querernos por un instante, aunque fuera tan falso como la idea de que volveríamos a vernos. Ese frío que calaba nuestros huesos y que nos hacía volver a desear nuestros cuerpos pegados moviéndose al ritmo de una pasión latente y espectante. A ver qué hacíamos.

Con la ropa impregnada de ti, con tu aroma recorriendo los sentidos. Con un texto inventado con el que seducirte, una seducción real como la vida que compartimos esas horas. El dolor de nuestras pupilas al dilatarse por la llegada del día que se nos escapaba de las manos, y que nos alejaba aún estando agarrados.

Vivo nervioso, y preguntándome cómo es posible que le corazón me lata más rápido al recordarte si fuiste una estrella fugaz en  un firmamento repleto de posibilidades y de sensaciones por descubrir. Y pensar cómo pudiste hacer alarde de tanta frialdad después  de compartir nuestras vidas por unas horas aunque fuera.

Te vi alejarte, y hasta que tu cuerpo no desapareció de mi rango de visión, y no diste la vuelta para ni siquiera observarme. Apoyando mis brazos en aquella fría barandilla de un puente levadizo al desván de mi agotamiento.

Hoy, mis sentidos vuelven a hablarme de ti. Te recuerdo.


lunes, 9 de abril de 2012

Recuerdos.

Ya no recuerdo el día en que te perdí en el fondo de un vaso de whiskey con hielo.

Como si la memoria fuera necesaria para recordar. Para recordar sólo se necesita vivir, y para vivir sólo se necesita un motivo. Sólo quiero recordar los motivos que me hicieron sonreír. Sonreír con los recuerdos de sonrisas es la única fuente de felicidad que puedo abrazar ahora.

Cuando estoy solo pienso demasiado, y si pienso escribo. Me gustaría poder vivir en un lugar alejado de todo el mundo, de forma literal. En otro planeta, fuera de cualquier terreno humano para encontrar humanidad. Y sé que mi objetivo es buscar la perfección, la felicidad, y la paz, para no encontrarlos nunca. Porque el día en que lleguen a mi, y me sienta satisfecho, no tendré ningún otro motivo por el que seguir viviendo. No quiero ser feliz, quiero buscar y perseguir los motivos que podrían llegar a hacerme feliz para jamás alcanarlos.

Ya no recuerdo ese día en el que una sombra vino para dar luz en penumbra a mi dolor de cabeza. En un estallido de retorcidas sensaciones desagradables peleando en mi cerebro se podía observar algo de luz. Una luz muy triste y apagada en una esquina. Una luz que llora.

Yo seré tus ojos, cunado están encharcados en dolor y terminales de hinchazón de tanto llanto. Tus oídos cuando están tapados por unas manos arrugadas de experiencia y débiles por el paso del tiempo.
Tu boca cuando sólo el sabor agrio de la derrota y frustración más amarga apremie en ella.
Tu nariz cuando no haya aromas de esperanza que puedan inundarte los pulmones a cada bocanada de aire.
Tu piel cuando la suave seda de un placer carnal no esté ahí para abrazarte.

Ya no recuerdo el día en el que el ácido sabor del alcohol me negó la oportunidad de sentirte.

martes, 27 de marzo de 2012

Bah.

Y sé que la tego delante de mis narices. Sé que está ahí, y encima me provoca, diría que incluso sexualmente para que acuda.
Aún cuando la muy puta está delante, no consigo verla. La miserabilidad que le caracteriza se hace eco a la hora de ponerse a crear.
Me lo imagino a menudo como un entorno postapocalíptico, con edificios derruídos por las bombas, los cadáveres en las calles masacrados y medio descompuestos, los pocos supervivientes que quedan muriéndose de hambre... No se, de esa guisa.
Y creo que no es simple vagancia, ni reparo. Creo que es por esa sensación que a todos se nos forma a veces en el estómago, como una pelota de color azul (lo del color es cosecha propia, no puedo evitar ponerle colores  a las sensaciones), sino por el hecho de que pienso de que aunque esté ahí, de mal humor, de morros, siempre enfadada, siempre pesimisa, siempre triste, siempre cabizbaja, siempre tan... ella, siempre estará ahí. Y por eso me da igual, hasta el día en que se esfume y jamás vuelva a verla.
 Y de repente, en medio de todo ese océano de nada... apareció. Y no digo que tenga que ser la panacea, la cura de todos mis males, pero si que puedo ver algo de luz...

Tal vez, en ese remoto día, cuando la inspiración, esa fémina odiosa, esa puta miserable vuelva... tal vez enonces pueda contarlo

lunes, 12 de marzo de 2012

Sin filtro


Más de un profesor frustrado habrá sentido la sensación que siento yo ahora. A pesar de todo, yo mismo puedo considerarme un profesor frustrado. Imaciente, egocéntrico, agujas de jerginguillas de una droga imposible de definir con nuetras palabras. Con la mitad del cuerpo congelada, y la otra mitad ardiendo, abrasada. Llamas.
Aún así, amartilleo las teclas. Algo estaré buscando, digo yo. Buscando con cuidado de no despertar a nadie que no quiera ser despertado. Dormir y descansar, fluyendo a través de un par de articulaciones que necesitan ya un poco de engrase.
La vida está bastante sucia. Y no me refiero a la vida como concepto, sino a la vida como realidad. No al hecho de estar vivo, que es completamente superfluo, sino a la vida como tal. A la vida, esa fémina odiosa. Tiene ya manchas de óxido, en el caso de que fuera un elemento metálico, lo cual, por cierto, nadie ha podido demostrar. Pero como tampoco se puede demostrar lo contrario, tengo la razón, al menos dentro de mi impasible locura, hasta que se demuestre lo contrario.
Ayer vi, hace un rato, hace un minuto, unos ojos muy dulces, que me miraban con cara de lástima. Los ojos, me refiero. Si los ojos hubieran sido una sola cara, un solo rostro como ellos. Me refiero, si en vez de ojos hubieran sido rostro, éste hubiera inspirado ternura.
Mira, mira, mira con tus ojos llenos de pena a esa mirada que hace que puedas reírte en completo silencio. Quedarse callado, a veces, es la mejor opción. Que se lo digan a nadie.

Sigo buscando la eletricidad. Ese impulso que de repente te hace crear hojas nuevas, y ponerte a hacer magia tecnológica, sin ser magia, en una pantalla. Magia, pero sin serlo.
Como si fueras un troglodita al que hay que explicar que cuando tocas un botón de un aparato, aparece a su vez un símbolo en otro aparato que se mueve solo, y que no tiene ningún sentido para ti. En serio ¿Cómo le explicas eso a alguien que no sabe, literalmente, nada de nada? Y no hablo de un bebé, que es humano. Hablo de otra cosa.
Creo que lo llamaban inspiración. Lo que no recuerdo es quién, ni donde, ni cuando lo dijo. Pero lo dijo. Lo dijo entre pasos de puntillas por un gélido pasillo, y una puerta rechinante abriendose, asustadiza, para dar paso a un festín con modorra posterior y, finalmente, ocho o nueve horas de sueño.
Creo que es la primera vez que escribo algo sin filtro. Que cada cual saque sus propias conclusiones.

domingo, 4 de marzo de 2012

Querido lector...


La boca me sabe muy agria. Como a encurtidos en vinagre. Es algo desagradable, pero te acostumbras.
Lo cierto es que mis inpiración está bajo mínimos, y cada vez que pienso que hace tiempo que no escribo nada decente se me viene el mundo encima.

Que no debería ser así. Soy escritor, y todos los escritores pasan por malas épocas: Mucha sequía letrística. Así lo llamo yo. No sé, como una especie de comapración del sentimiento de desahogo por las letras frente a la sensación de libertad de una persona al notar el agua de lluva en su rostro después de haber estado 10 años sin ver el sol. Algo así.

Últimamente he conocido a mucha gente interesante. Comienzo a darme cuenta de que hay miles de personas como yo en el mundo... Bueno, tal vez no como yo, pero si parecidas.

Cada vez veo a la gente más inútil. Y no me refiero precisamente a ti, querido lector (que visto lo visto, la afluencia de visitas ha aumentado considerablemente), sino en general. Cada vez pienso más en lo inútil que puede llegar a parecerme una persona, por el simple hecho de tener más éxito, pero menos merecido que yo. O por el simple hecho de que, bajo la opinión pública, su trabajo pueda valer más que el mío.
Me duele la nariz, no sé de qué.

A veces pienso en Eva... Cómo me gustaría poder continuar matizando y desarrollando tan maravilloso personaje. Poder volver a imaginar sus perfectas proporciones ardiendo bajo el emblema de su anaranjado cabello.
También pienso en Lindërr y en Hans. ¿Qué diablos habrá sido de ellos? Joder, no sé...
Podría tirarme horas escribiendo, pero lo cierto es que llegaríamos al mismo punto: Falta de inspiración.

Si, lo sé; Hace tiempo que no escribo nada decente.
 Voy a pedir a los lectores algo que nunca he pedido, ya que mis textos suelen ser más "abstractos". En el sentido de que no me dedico a hablar con los lectores, sino a compartir con ellos mis textos. Tal vez... ¿Un mensajito de apoyo?

Cualquier cosa. Lo apreciaré mucho más de lo que tú, que estás leyendo esto, imaginas.

"Si deseas ser escritor, sólo escribe"

lunes, 27 de febrero de 2012

Sintientes


Cuando cerré la caja les escuché gritar. Gritaban desesperados, sabiendo que no verían la luz en mucho tiempo. También sé que como seres intertes que eran, no podría escuchar sus gritos, pero si que podía sentirlo. Lo sentía yo como si fueran ellos. Tal vez no recuerde si en realidad me sentía como pensaba que se pudieran sentir ellos en esa situación.
Me costó bastante coger la caja de nuevo, pero me resultó muy agradable abrirla. Insufrible para meter lo que quedaba de ellos adentro, pero más aún el volver a cerrar la caja sintiendo sus gritos. Y volví a embalarla.
No tenían ojos, pero sabía que me estaban mirando. Me miraban desde abajo, con la mirada enrojecida por las inexistentes lágrimas que habían estado derramando la noche anterior, sabiendo lo que se avecinaba al día siguiente.
No tenían oídos, pero sabía que me estaban escuchando llorar. Las lágrimas lo acreditaban.
No tenían piel, pero su tacto resultó tan frío como un glaciar en medio del salón. Gélido.
No tenían lengua, pero el destierro les sabía agrio. Muy amargo. Yo lo sabía
No tenían nariz, pero sé que en el fondo pensaban "Aquí algo me huele mal".

Claro que tampoco tenían mente, así que seguramente les de igual lo que hubiera podido decir de ellos en párrafos anteriores. No son pensantes, pero son sintientes.

Que sé que la palabra no existe, pero si tuviera la oportunidad de inventarme una palabra para que significara exactamente lo que quiero que signifique, y además estuviera al cien por cien identificado con el adjetivo que les pondría, sería esa: Sintientes.

miércoles, 22 de febrero de 2012

Sin camino necesario.


Doliente como tal hablo, que sin tu ausencia mi vida se apaga. Muero si no estás conmigo, y en brisa me convierto, pues la brisa me lleva, como el viento se lleva a la nada, así como en nada me convierto, así como la brisa se convierte en viento, y el viento a la nada se lleva.

Saliendo de un paseo entre caminos empedrados con la sutileza de una pincelada rocosa sobre un lecho suave como pudiera ser la arena, con arbustos que se dirían lúgbres si el sol no bañara su estampa, camino perdido, y en la sombre se camufla el miedo, buscando la oscuridad de lo contrario a lo que es el camino, el camino que yo busco.

Recuerdo que no hablaba de personas, que eran las personas las que a mi llamaban, como si su salvador pudiera en vida dedicar a ellos lo que en la muerte si podría, como alma que lleva el que a mi alma se llevó, quien no espera que le traten de diablo ¡Pardiez! que de diablo no han de tratar al prójimo, si de malos no quieren vestir, que de harapos vistan, es la única manera de desnudar la mentira, que a fuerza un uniforme único que todos conocemos se aferra, que no obren de malos, así de sencillo.

Mientras paseaba, cambiaba a veces el sentido de la marcha, y pensaba que eso era la vida. Cambiar de sentido pudiera ser más conveniente, siempre sabiendo que el sentido es el mismo para todos los mortales, y es imposible cambiarlo. Imposible, al menos, dentro de una mente cuerda, a diferencia de la que estas líneas escribe y mi cabeza ocupa. Por tanto sin preocuparme de la ocupación que mi mente insana pudiera darle a mi cuerpo de forma involuntaria, como involuntaria es la decencia, o la cordura, o la serenidad, o la culpa, o la vida, cambié.

Sin aminorar la velocidad, volvía por donde había venido, sin darme cuenta de que ya resultaba demasiado conocido ese camino para percatarme de que más peligros desde mi retirada habían llegado, y sin poder contenerlos, desde la confianza que me aportaba el sol durmiendo sobre la montaña, atacaron de pronto, alimañas en formacion, de detestables agujeros. Muriendo de envidia, y con el cuerpo descompuesto, visible por el olfato de cualquier persona, tampoco muy avispada, atacaban sin piedad.

Una lucha muy brava se cobró la pena de cientos de miles de pensamientos, que aunque válidos para un enfermo, no eran racionales para la persona más cuerda. Si no se me trata de cuerdo, ¿Dónde fueron esas ideas, esos pensamientos, todas esas falacias inventadas por mi mente enferma que lucha desesperada en este empedrado terreno por salir a la luz, y vislumbrar algo de serenidad? Sereno ando. Por este camino. Mucha oscuridad, pero tranquilo al fin y al cabo, que este texto termino con un apenas concebible por el ojo humano brillo de tristeza en las pupilas negras como el camino que ahora piso.
Y que el martillear de mis dedos sirva de precedente, esperando que todos aquellos desafortunados dementes que lean esta prosa poética, para siempre cambien sus vidas.


sábado, 18 de febrero de 2012

Estás de la olla.


A veces todo resulta tan dificil que es desesperante. Ahora mismo hay una especie de soga atada a mi garganta, casi de forma literal. Y me vuelvo  a rascar la cabeza, solo de nuevo, tratando de buscar algo para desahogarme.
¡Oh! y vuelvo a tirar tus corazones al mismo oscuro rincón. Al mismo rincón de donde los recogí hace unas horas pensando que mi Rosa de los Vientos todavía no se había marchitado. Pensando que la luz al final del túnel brillaba. Pensando que no serías capaz de ofenderme hasta el punto en que lo has hecho. Pero ya no. Y cada martilleo de mis dedos contra el teclado es una punzada de dolor, que lo sepas, pero es que ya es suficiente. Ni 5 horas. Ni 5 putas horas.

Sé que podría escribir páginas y páginas,  sé que podría adornarlas con estúpidos complementos y reflexiones dignas de estudio, pero no serviría de nada. En realidad quiero escribir, pero las ideas se me abotargan tan rápido, y con tanta violencia en el cerebro que no me da tiempo a escribirlas todas sin mosquearme conmigo mismo por no ser capaz de hacerlo más rápido. ¡Escribe, anormal!.
Qué más da, si total, después de escribirlo será cuando se me ocurran esas frases brillantes que hacen que un texto mediocre se convierta en una obra de arte. Arqueo las cejas y aprieto los labios. Esta vez no hay lágrimas.
Están ahí, si casi las veo, las siento, las noto, las oigo, pero no salen. No se atreven. Ya están secas, y ya se ríen de mi. ¿Llorar otra vez? Colega, piensa un poco, que ya está bien.

Estás de la olla, Dani. Estás de la Olla, y te lo repito por si no te ha quedado claro: Estás de la olla, y no pienso disculparme. Aunque me pidas que te repita lo último que  te he dicho como diciendo: Sabes que acabas de ofenderme, espero que tu siguiente palabra sea "perdón". Pero no, vuelvo a repetirlo, porque obviamente lo estás. Estás de la olla, y va a ser con lo que te quedes. Con eso sólamente. Porque con una frase en 2 segundos, puedes destruír todos los sentimientos que se han ido forjando durante años.

Estás de la Olla.

martes, 14 de febrero de 2012

Despertar


Y ya sólo me quedan mis lágrimas. Tú no contestas.
Mi tristeza va cada vez más en aumento, y... ¿Qué te pasa? Me pregunta mi almohada empapada. ¿Cómo se lo cuento? ¿Por dónde empiezo?
Ya no vuelves. Te veo alejarte sin poder hacer nada, te vas. No me salen las palabras.
Apenas veo el teclado, está todo borroso, y hace un rato me levanté de la cama, y deseé que todo hubiera sido un sueño. Levantarme al día siguiente con los ojos hinchados de tantos llantos desconsolados en la soledad de mi habitación y hablar con mis padres. Pronunciar tu nombre y observar con cierto alivio su cara de estupor al escucharlo. Un "¿Quién es esa?" hubiera sonado a música celestial en mis oídos. El que todo hubiera sido un sueño. El que todas las experiencias que hemos vivido sólo hayan sido producto de mi cerebro en el más grande y perfecto de todos los sueños. Una cruel recreación de la felicidad más destructora a manos de Morfeo.
Que nunca hubieras existido. Ni tú ni la ciudad donde vives, ni tus allegados, ni tu historia, ni tu pasado, ni tu entorno. Ojalá jamás te hubiera conocido si hubiera augurado que este final tendría lugar y forma aquí y ahora.
Esa sensación cuando te despiertas de un sueño el cual desearías haber seguido soñando hasta el día en el que murieras y tu mente se trasnsformara en pura eternidad. Un sueño tan precioso, tan mágico... rozando la perfección divina. ALgo así. Haber disfrutado la ensoñación con el mayor ímpetu de mi vida. Haber disfrutado cada segundo de ese virtualismo onírico junto a ti, pero saber que todo fue un sueño, y despertarse con los ojos pegados, maldiciendo tu suerte, jurándole al cielo por su crueldad. Pero a la vez sentirte aliviado, pues sabes que ese sufrimiento sólo estuvo presente en ese triste desenlace entre sábanas y lágrimas. ¿De verdad cuando despierte mañana ya estará todo hecho? ¡Contéstame! ¿Ya no habrá nada? ¡Habla! ¡Que contestes! ¿Cómo? ¿Que yo qué?. Como si yo tuviera la culpa, shakespeare de pacotilla. Me da igual que estés escribiendo. Me da igual que sea el único método del que dispongas para desahogarte. Me da igual que te sientas el mejor escritor del mundo habido y por haber, sólamente porque estás sientiendo con todas tus fuerzas cada letras que escribes. Cada palabra, cada frase cala en tu cuerpo como un rayo de la más pura esencia vital arrojado al corazón más puro del más valiente héroe que hubiera osado adentrarse en las oscuras y tenebrosas brumas de la aventura de los sentimientos en un papel. Que puedes sentírtelo por la penumbra que está caracterizando este texto, pero que morderte el labio inferior hasta el punto de hacerte sangre mientras escribes, no te hace mejor escritor.

 Muchas lágrimas. Negaciones de cabeza. Escribir con los ojos cerrados, sin mirar. No mirar nada, no querer ver nada. No quiero ver nada, sólo quiero escuchar el sonido de las teclas, sentir cómo fluyen las palabras, equivocarme al escribirlas si espreciso. Sentir que me escuchan. Que están ahí como no estuviste tú.
Ellas no me echan la culpa de lo que hago o dejo de hacer, ellas sólo están ahí para servirme, para adorarme, para quererme, para serme útiles. Para consolarme. Ellas saben todo lo que ha pasado, y son testigos mudos de mi vida, de lo que he pasado, de lo que estoy pasando, y de lo que me queda por pasar.
Ojalá mi mente no fuera tan posesiva y tan celosa, y no se me partiera el alma y la vida en mil pedazos por cada caudal de lágrimas que azotan mi rostro cada vez que tengo la impresión de que la idea de que hicieras tu vida con otro ocurriera.
Ahora me quito mis dos corazones. Lo que me ataba a ti, casi de forma literal, y lo dejo con cuidado en el rincón oscuro en el que se ha convertido tu recuerdo, y el deseo de verlo arder como tú prendiste fuego a mis esperanzas de futuro. Si, yo avivé la llama. Maldita sea, y tal vez así sea mejor. Lo típico; Tal vez. Jamás lo sabremos, porque no tuviste el valor, ni el coraje necesario para comprobarlo. QUe tu cobardía tal vez se pueda comparar a la de esa persona que un día arruinó mi vida tanto como tú podrías haberla arruinado ahora si no tuviera uno de los pilares más importantes de mi vida a mi lado. No sé de quién hablo, pero sé que, de algún modo, la persona con la que vaya a compartir el resto de mis días, está leyendo esto. Así, conforme lo escribo. Y me vienen ideas a a cabeza, muchas imágenes preciosas, de miles de rostros de mujeres hermosas. Sólo rostros de mujeres. ¿Se estarán enterando de algo de lo que estoy escribiendo? Espero que si...
Vibra la esperanza de nuevo...¿Nada? ¡Nada! contesta fuerte, con actitud legionaria. ¡Firme y fuerte! "Me da igual ahora, me da igual". Pero es mi pasión, lo siento.
Es mi pasión, y nada se le puede comparar.

Y hace unos minutos no me salían las palabras. Supongo que esto no son palabras. Me siento como si estuviera escupiendo casi de forma literal trozos enteros de mi alma a la pantalla. Y conforme lo voy escribiendo, más épico me parece, y la sensación de vitalidad gracias a vosotras, las letras, gracias a ti, Eva, se mezcla con la tristeza y con el regazo, los dedos, y el teclado empapado en lágrimas. Una mezcla extrañísima. No tan extraña como la vida, pero desde luego, cuasi incomprensible.
¡Por el amor del Cielo! Cómo quisiera seguir escribiendo, hasta hacerme sangrar los dedos. Pero estoy muy cansado, me duelen los ojos y los dedos. Los hombros y las muñecas, el alma y el orgullo, y es hora de hacerles descansar. No en paz, pero descansar al fin y al cabo.

PD: Creo que es uno de los textos más sentidos que he escrito en toda mi vida.

viernes, 10 de febrero de 2012

Mi Rosa de los Vientos


Ahora te veo dormir plácida entre olores de jazmín y rosas. Y me muero de ganas de poder despertarte rompiéndote la boca de un beso. Poder hacer que nuestras lenguas bailen juntas, y que se fundan en una sola.
Quisiera decirte lo hermosa que estás tan natural, tan pura, tan adorable, pero sólo podría  soñando. Quisiera recoger todas las flores que me encontrara en el camino de nuestra cita onírica, cuando me pediste que si me dormía, quedáramos en sueños.
 Quisiera poder hacer que me dejaras amarte. Déjame amarte.

Ojalá la distancia no exisitera. Ojalá sólo existiéramos nosotros.

Ojalá pudiera dormir contigo, y aún abrazados en el mismo lecho, conseguir que nuestras almas se encontraran en sueños, y vivir un virtualismo onírico más placentero que todas las vidas que pudiéramos pasar juntos.
Cuánto añoro despertar con tu cuerpo pegado al mío, arropándome con tu manto de serenidad y sensual belleza. Desearía poder volver a sentir que morirías si me vieras derramar una sola lágrima.
 Quisiera morir si estando en vida fuera de obligado cumplimiento el escuchar tu llanto.

Y la vida, esa fémina odiosa, ese túnel repleto de nebulosa oscuridad. Tú eres la luz que brilla como una estrella salvadora, llena de esperanza, al final de ese laberinto de miedo. Mi única ilusión.

Cada sonrisa es una alentadora señal de amor, de confianza, de sinuosa belleza mirando más allá de lo físico, en un chorro de desmesurada rabia por sólo poder abrazar el calor de una pantalla, en lugar del de un amor.

La vida, son ilusiones, y las ilusiones son el único sentido de nuestra vida. , eres mi ilusión.


"Mi Rosa de los Vientos, mi guía en la vida. Mi vida".

lunes, 6 de febrero de 2012

Eva (Parte 10)



Se comenzaron a vestir lo más rápido que pudieron. Eva evitó cargar su cuerpo con prendas innecesarias. El sujetador y la ropa más íntima fueron olvidados en algún rincón de la habitación. Mientras que los golpes de la puerta no cesaban.
Otto no paraba de preguntar:
- ¿Quién diablos es?
Eva siguió vistiéndose con la rapidez del rayo.
 - ¿Qué importa eso ahora? - Dijo mientras se colocaba de forma correcta las botas, y se le escurría un temeroso mechon de pelo desde la sien hasta un par de centímetros pasada la cara, abriéndose paso desde su hieco asignado detrás de la oreja.
- Cuando una persona cabreada aporrea la puerta de mi casa, suelo preocuparme.
- No es nadie.
- Está claro que es alguien - Dijo Otto colocándose la última prenda.
Eva resopló, y cuando se hubo vestido, se giró hacia Otto y dijo con los ojos muy abiertos:
- ¿Hay puera trasera?
Otto puso cara de haberse hecho daño en los ojos por culpa del sol y agitó levemente la cabeza de lado a lado.
- ¿Cómo?
- Que si hay puerta trasera. Es una casa, no un piso. ¿No? Tiene que haber una puerta trasera.
- Si per... - Las palabras de Otto se vieron truncadas por el ruido de la madera al astillarse. La puerta estaba cediendo, los gritos aumentaban, los golpes se sentían cada vez más fuertes. Parecía, incluso, que hubiera más de una persona ahí fuera.

- ¡¡EVA, SAL DE UNA VEZ, O JURO POR DIOS QUE ENTRARÉ A BUSCARTE!!!

Otto no puedo evitar el canguelo. Esas palabras habían sonado oscuras. Mucho más amenazantes que los gritos de amedrantamiento anteriores. La persona, quienquiera que fuese que estuviera ahí fuera, estaba muy enfadada.

Después de medio segundo de duda, Otto suspiró, y agarró a Eva de la muñeca, llevándola casi en volandas por la diminuta habitacion, hasta cruzar la puerta que separaba el pasillo con la puerta de salida hacia el garaje, la cual cruzaron casi al derribo. Casi al mismo instante en que la puerta principal cedía de tan violenta insistencia.

sábado, 4 de febrero de 2012

Eva - Miscelánea


- Me gusta cuando sonríes.
Eva dio un respingo, pero con la fuerza de un toque de atención, nada más.
- ¿Y a qué viene eso? - Dijo Eva con cierta sorpresa.

Habían pasado los últimos 15 minutos en silencio, hablándose demasiado sin decirse absolútamente nada. Un cuarto de hora entre caricias y abrazos, y besos cortos que no inspiraban más que la ternura de una pareja después de haber hecho el amor desenfrenadamente.

A Eva no le gustaba hablar después de desahogar sus necesidades sexuales. Bueno, más bien no le gustaba hablar nunca a no ser que fuera esctríctamente necesario. Y ahora, desde luego, no lo era.

- Tus pecas son demasiado adorables ¿Sabes?
"Tus pecas son demasiado adorables", pensó Eva. "Pero ¿Quién se creerá este tío para soltarme esa ristra de imbecilidades y quedarse tan ancho?".

Había veces que parecía que a Eva le daba completamente igual todo lo humano, como si no formara parte de la propia especie. Siempre había sido así, al menos así se recordaba.
Eva levantó su cuerpo desnudo de la cama, y las llamas anaranjadas que brotaban de su cráneo resbalaron hasta la mitad de su espalda.

El chico observó sus turgentes posaderas, moviéndose al ritmo de los pasos de la pelirroja, a la cual perdió de vista casi al instante debido al espacio tan corto que tenía que recorrer para encontrar la puerta del lavabo.

Lo cierto es que Eva, dentro de su perfección anatómica, podría llegar a sentirse incómoda ante tantas miradas tan lascivas.

Los hombres no habían hecho otra cosa al conocerla más que dedicarle palabras amables. La inocencia que rezumaba era inversamente proporcional al grado de amabilidad que dedicaba a los recién conocidos.

Podía acostarse con ellos, varias veces incluso, y seguir tratándoles con la misma pasividad y bordería que antes de conocerse siquiera. Pero ellos siempre perdonaban su falta de habilidad para las relaciones sociales poniendo como moneda de disculpa su extrema belleza y su falta de personalidad, que junto con sus ganas de disfrutar del sexo, resultaba una mezcla realmente peligrosa.

lunes, 30 de enero de 2012

Conciencia creativa


¿Cómo echar de menos a un personaje? Preguntarse qué ha sido de él, dónde cayó, por qué nos separamos..
¿Cómo es posible sentir cosas por alguien creado por mi en forma de letras? Será posible...
Echar de menos a mis personajes, querer decirles cosas. Querer estar con ellos, querer conocerles en persona y seguir escribiendo sobre ellos.

A veces pienso que estoy loco por eso. Loco que no enfermo.
De todos modos, mis personajes son míos, sólo míos.

¿Se puede sentir algo por alguien que no existe? Me refiero, saber que en realidad no existe, que no existe ni existirá, que no existirá jamás porque es producto de tu imaginación. Pero no en el sentido de que tu cabeza te juega malas pasadas y proyecta cosas en el espacio que en realidad no están ahí, y puedes verlas. No.

Me refiero a que ha sido creado por ti conscientemente, has podido evocar una sonrisa al pensar en ese personaje, has pensado en "¿Qué estará haciendo ahora?" e instantáneamente, medio segundo después has pensado: "Qué diablos estoy diciendo, si no existe, imbécil".

Crear un personaje... Algo tan real que puedas sentir cosas que sentirías por una persona.
Poder dotar a un puñado de letras del sentido de toda una vida. De varias vidas.

A veces me asusta saber que puedo escribir, describir, narrar, y relatar, no tan bien, pero si tanto como para poder pensar eso, aunque sólo fuera por un instante.

¿Podremos ser los escritores considerados como "Dios"? Sin malinterpretaciones, Dios en el sentido del que "todo lo crea" y "todo lo ve". Escribo, relato, narro, creo, destruyo, siembro, recojo, doy a luz, y mato. Todo a la vez.

sábado, 28 de enero de 2012

Pronto

Pido perdón a mi propia inspiración.

Estoy trabajando en algunos proyectos literarios, pero últimamente paso por un bloqueo creativo de mil demonios.

Volveré pronto con Torturas Nazis, con relatos bélicos y, por supuestísimo, con Eva.

Muy, muy pronto. (puede que incluso mañana).



"Sin prisa. Al fin y al cabo, los que corren es porque ya llegan tarde"

martes, 24 de enero de 2012

Bio


No recuerdo cuando ni como nací.
Me lo contaron pero no me lo creo.
He vivido ruinas, éxitos, fracasos, ruinas de nuevo, migrañas, resacas, jaquecas,
caretos de payaso, desengaños, cuernos, vomitonas de pordiosero, halagos falsos,
palmaditas de "te mataría pero no me atrevo",
amigos de sangre y enemigos sangrando, amigos muertos y enemigos llorados,
conversaciones con mi espejo dándome asco,
mentiras, verdades, traiciones sufridas y cometidas, embargos,
traspiés de casi me mato y muertos de la mano.
alegrías, sonrisas, carcajadas caras y baratas,
dormires en tempestad y la mas absoluta de las calmas.
He vivido todo eso y mas.
He vivido todo eso y menos.
No lo recuerdo.
El día que muera que no está muy lejano,
justo antes de cerrar los ojos pasará todo en viñetas de tebeo como un telonero ciego...
y entonces, solo entonces sonreiré muriendo para nacer en otro cuerpo.

NOTA: Este texto NO es mío. NO lo he escrito yo. Los méritos de este texto van para Hovik Keuchkerian Burgui. Un boxeador, escritor y cómico, cuya página principal es http://www.hovik.es pero este texto me parecían tan increíblemente bueno que tenía que colocarlo aquí.

domingo, 22 de enero de 2012

Denota cordura


Que dicen que es la locura cuando sabes qué decir, y lo dices. Al menos eso dicen. Dicen los que saben que quieren decir.

Sé que sé lo que quiero decir, como loco escribo pero como cuerdo hablo.
Que a veces pienso tan fuerte que siento que me están hablando.
No lo esucho, pero lo pienso, lo siento, lo llevo, lo traigo, aún sin querer cogerlo lo cojo, lo manipulo, lo ofrezco a sectarios sedientos de pensamientos sangrantes. Se lo comen mientras su víctima grita, y me siento bien.

Me asusta a veces, pero sé que es parte de mi, que a todo el mundo le pasa. Sé cual es el límite entre estar loco y estar enfermo, y he de sentirlo por mis enemigos que desean verme destruído, pero no he cruzado ese límite.

Que mi mente actúa por separado, sí. Que mis pensamientos no son los que yo quiero que sean a veces, pero no me asusta. Sonará ególatra, puede que altanero, pero es mi mente. Jodida mente enferma. Sé que me estás escuchando, porque sé que sólo me obedeces a mi.

Siento cosas sobre mi propia mente. Podría fugarme con ella. Fugarme a algún sitio recondito y escondido, alejado de la mano de Dios, perdido y secreto. Oculto.
Podría quedarme allí con ella, en ese onírico paraje de descanso y paz donde por fin la mente respira tranquila, respira conmigo. Llena sus etéreos pulmones de alentadora espera. ¿Querrá ella venir conmigo? Llevamos tanto tiempo distanciados...
Al fin y al cabo le quiero. Es mi mente, por muy chiflada que esté. Por muy loca que quiera estar, por muy estúpido que me quiera hacer ver que soy. No va a descubrirme nada nuevo.

Quiero que mi mente deje de ser parte de mi de una vez. Quisiera evaporarle, para ver que se siente al ser libre de esa carga. Tanto tiempo con la conciencia acuchillando las paredes de la cordura... Que vuele de una vez. A ver qué pasa.

Ser normal, ser un niño de nuevo. Volver a tener la oportunidad de tener buenos recuerdos, quisiera.
Que mi mente deje de estar unida por fin al fino sedal que ata el globo de mis pensamientos con la infantil mano de mi cuerpo.
 ¡HUYE! Corre ahora que estás a tiempo.


Pero sé que eso no va a pasar. Jódete.


Mente mía, este no es lugar para ti.


"Hay una gran diferencia entre estar loco y estar enfermo, imbécil".

lunes, 16 de enero de 2012

Algo así ¿No?


Yacía tumbado en la cama, con música clásica (sólo algo clásica) y un teclado sobre su regazo.
Su postura, algo incómoda pero perfecta para escribir sin tener que moverse mucho, resultaba al colocar las rodillas como dos montañitas hechas de pijama que sobresalían del lago del plasmador de ideas al documento que tenía abierto en la pantalla.

Mozart seguía azotando sus oídos y estimulando su imaginación, ya un poco castigada por la adversidad y la fatiga, y las voces de discordia que pretendían enfurecerle en forma de lucecita naranja continuaban emergiendo una y otra vez.
Recorría con los ojos cada tecla, y cada palabra que escribía le resultaba un poco más auténtica que la anterior. Se dio cuenta entonces de que nunca había escrito nada como lo que estaba escribiendo en ese momento. De hecho, pensó, nunca había escrito nada en la postura en la que lo estaba escribiendo.
Lo cierto es que se pueden escribir cosas de muchas formas, tamaños, colores, tipogtrafías, y posturas, pero precisamente tumbado en la cama, con el teclado apollado en las piernas y en el tronco jamás, nunca lo había hecho.

La música cesó, y pensó en la siguiente frase. Qué ingenuo eres. Deberías dar una vuelta. Despejarte, mirar los edificios, mirar al suelo, y mirar a la gente, a ver qué pasa. Tal vez algo de inspiración se cuele por ese tejado mugriento que algunos llaman cabeza.

Yo prefiero llamarlo estercolero; Está repleto de basura que a nadie le parece agradable, pero con muchísima suerte, podrías encontrar algo de valor. Algo muy valioso que algún escéntrico millonario tiró por la taza del váter porque pensó que tampoco valdría tanto. Era una especie de joya cubierta de heces. Una especie de joya. Si, agún tipo de especie era, eso lo tenía claro.

Podía pensar, y de hecho era lo que estaba haciendo.Y tomó un descanso.

Volvió un instante después a las andadas, consciente de que estaba comentiendo muchos fallos, tanto en la ejecución como en la forma de escribir, como en su vida, pero no le importaba lo más mínimo. Mi texto, mis normas, pensó.


Claro. Como si fuera todo tan fácil. Ponte a corregirlo, idiota.

jueves, 12 de enero de 2012

Esta es mi guerra.


No me pagan por pulsar un botón, sino por saber qué botón es el que hay que pulsar.


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¡Soldados, monten armas!

Hemos luchado muy duro para llegar hasta aquí, y sé que las fuerzas se agotan. Sé que es muy duro esquivar las balas del enemigo, y escuchar el silbido de ese plomo asesino hiela la sangre. Pero estamos aquí porque somos los soldados de la guerra más dura que puede llevar a librarse en el corazón de cualquier persona.

Sé que es duro despedir a un líder, y también sé que es duro aguantar, seguir, resistir un día más en las filas. Sé que nuestro entrenamiento es muy pobre e inexperto, pero tenemos toda la vida por delante para aprender.

El enemigo, temblará a nurestros pies, el enemigo más mortífero de todos. Sólo tenéis que miraros al espejo.
No vamos a dejarnos vencer. No vamos a caer tan fácilmente. El enemigo espera que nos rindamos a la primera de cambio sólo porque saben que podrían aplastarnos con un solo dedo, que podrían llevarse nuestras provisiones, nuetras armas, nuestra moral, incluso. Pero... ¿Por qué no viene y, símplemente nos destruye, soldados?

Yo os lo diré. El enemigo nos ama, nos quiere, nos desea. Se sirve de nsotros para seguir respirando un día más, robándonos el oxígeno, dejándonos sin aliento, volviéndo a dárnoslo cuando más le conviene, cuando prevé que nuestro final está cerca.

Sonríe con cada batalla ganada, porque sabe que puede ventlarse esta guerra cuando le plazca. Pero nos quiere tanto como nosotros le queremos a él.

No, soldados, no vamos a rendirnos, vamos a luchar, a seguir adelante. A batallar día y noche, con lágrimas en los ojos. Con heridas lacerantes por todo el cuerpo. Con el sudor causado por el fragor de la batalla supurando en las yagas que el enemigo ha abierto en nosotros.


La guerra más dura de todas, caballeros... En la que todo vale, y la única cuyo nombre es el antónimo de si misma.


En el AMOR, y en la guerra, todo vale. Y, que yo sepa, no estoy en guerra con nadie.

domingo, 8 de enero de 2012

Bloqueo creativo


Bloqueo creativo o pereza por escribir, no lo tengo claro.
Cada día es mucho más duro enfrentarse a la hoja en blanco y pensar: Tengo que conseguirlo, tengo que hacer que todo ese infinito océano de esencia de nada rezume historias y conocimiento. Pero cada día es mucho más dificil.

No sé si es que las musas están demasiado débiles como para inspirar nada, o es que mi capacidad de redacción está mermando con el paso del tiempo. Lo único que tengo claro es que donde debería haber éxito, dedos ágiles y nerviosos aporreando teclas sin parar, ojos curiosos leyendo historias que pudieran recordarles a un pasado o aventarles un futuro, sólo hay vacío.
Blanco, blanco, y más blanco. Y cada día los pocos párrafos que escribo se hacen más pequeños, y el papel toma mucho más terreno.

A veces me imagino la separación entre lo último que he escrito y el folio en blanco como una barrera infranqueable. Un muro de proporciones bíblicas cuyo único método para atravesarlo con vida es convertir los dedos en martillos neumáticos que aporreen las teclas sin ningún sentido, orden, o coherencia, y llenar páginas y páginas de palabras inventadas, impronunciables insultos hacia mi mismo y un par de amenazas de muerte a la musa de turno, que no se digna a aparecer en mi nerviosa cabecita.
Llevo una semana, más o menos, con un bloqueo creativo del horror. Y cada vez que lo pienso se me encoje el alma.

Necesito madurar ideas, despejarme y aclararme. Los textos no salen, y desde luego no voy a sacarlos a la fuerza. Habrá que esperar.

Mis personajes se impacientan, y cada vez se ponen más nerviosos. Que si  a ver cuando me vuelves a nombrar en un relato, que si a ver si ahora puedo ser yo el protagonista, que a este paso voy a tener que volver a escribir de nuevo una descripción suya porque van a acabar olividándose hasta ellos mismos, etcétera.

Lo siento Gerald, lo siento Hans, lo siento Otto, lo siento Eva. Y sobre todo:

Lo siento, mis amadísimos, pero amadísimos lectores.