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martes, 24 de abril de 2012

Siente, no pienses.

Hoy, las paredes gritan tu nombre,  y te echan de menos.
Se creen que no les oigo llorar, por el simple hecho de que no tienen alma, ni ojos por lo que evocar sus lágrimas de pena pétrea. Pero les oigo llorar, porque sé que claman de nuevo tu presencia.
Esperan volver a observarnos abrazados sobre un lecho conjunto de sensaciones, ardiendo como dos Aves Fénix esperando, en un suspiro del alba, renacer de nuestras cenizas cuando la pasión nos hubiera consumido por completo.

Volver a resurgir después de haber sido entregados el uno al otro sin más testigo que las cuatro paredes que envuelven en un halo de misticismo y de seductor acogimiento nuestra morada.
Hoy, las paredes gritan tu nombre. Con sus porosas superficies se asombran al ver el hueco vacío que ha dejado tu presencia. Y se preguntan dónde fue la Sílfide que sedujo a su amo.

Hay un arcoíris formado por las lágrimas de felicidad de tus ojos y la luz de tu sonrisa.

Ahora cuando estás ausente, y te busco entre llamadas perdidas y bajos tonos, un nudo se dibuja en mi garganta impidiéndome respirar, y requiere de tu presencia para disolverse. Ahora que no te encuentro, aunque sé que te encontraré, me cuesta incluso respirar. Me cuesta pensar que te pierdo aún sin haberte tenido.
Me cuesta convencerme de que todo ha sido real, y no un mal sueño creado por mi mente enferma.

No paro de pensar en lo que podría haber significado una lágrima más o una lágrima menos, cuando nuestras sensaciones se colmaban de incesantes sonrisas y falsos ojos húmedos escondidos en un doble fondo que sirve de tapadera a los pensamientos más absurdos.
Me cuesta pensar en que ahora sólo queda aparecer en tus sueños, en tu imaginación, y en tu memoria. Que mis brazos no estarán rodeando tu cuerpo mientras tu mirada proyectaa un "te quiero" que se filtra en mis pupilas y me hace temblar.

Mis ojos se hacen fuente al pensar en toda aquella bruma del pasado que hemos dejado escapar sin contarnos. Pensando en todas aquellas vidas que llenaron el vacío que sentías antes de que mi presencia lo inundara con un nuevo aroma de esperanza.

Siento que no puedo ofrecer más que lo que,vagamente, tus emociones me piden. Siento que no puedo sentir más. Querría sentir más fuerte, más alto, y más claro, pero sólo puedo pensar.
Pensar en que no siento me hace olvidar el motivo por el que dejé de sentir, y sentir le da el único motivo a mi vida a seguir siendo vida.







Siente, no pienses.

lunes, 16 de abril de 2012

Te recuerdo.

Cuando nuestros cuerpos se fundieron en un sensual baile y tus manos se posaron sobre mi pecho, suaves, delicadas, acariciantes, supe que romperte los labios de un beso era lo adecuado.
Noté como el ácido sabor del alcohol se contrarestaba con el dulce aroma de las notas que bailaban nuesras lenguas abrazadas. Jugueteando entre ellas como dos niños pequeños con juguete nuevo. Con esa sonrisa pícara al mover las caderas, al no atreverte a acercarte tanto, al querer bailar y tenerme.

Recuerdo cuando, traviesa, tu boca tonteaba con mi cuello, con mis labios, con algún que otro dedo de mis manos, las cuales no cesaban en las caricias, y con la sensualidad hecha voz.

Cuando el frío de la noche cayó sobre nosotros y no tuvimos más remedio que querernos por un instante, aunque fuera tan falso como la idea de que volveríamos a vernos. Ese frío que calaba nuestros huesos y que nos hacía volver a desear nuestros cuerpos pegados moviéndose al ritmo de una pasión latente y espectante. A ver qué hacíamos.

Con la ropa impregnada de ti, con tu aroma recorriendo los sentidos. Con un texto inventado con el que seducirte, una seducción real como la vida que compartimos esas horas. El dolor de nuestras pupilas al dilatarse por la llegada del día que se nos escapaba de las manos, y que nos alejaba aún estando agarrados.

Vivo nervioso, y preguntándome cómo es posible que le corazón me lata más rápido al recordarte si fuiste una estrella fugaz en  un firmamento repleto de posibilidades y de sensaciones por descubrir. Y pensar cómo pudiste hacer alarde de tanta frialdad después  de compartir nuestras vidas por unas horas aunque fuera.

Te vi alejarte, y hasta que tu cuerpo no desapareció de mi rango de visión, y no diste la vuelta para ni siquiera observarme. Apoyando mis brazos en aquella fría barandilla de un puente levadizo al desván de mi agotamiento.

Hoy, mis sentidos vuelven a hablarme de ti. Te recuerdo.


lunes, 9 de abril de 2012

Recuerdos.

Ya no recuerdo el día en que te perdí en el fondo de un vaso de whiskey con hielo.

Como si la memoria fuera necesaria para recordar. Para recordar sólo se necesita vivir, y para vivir sólo se necesita un motivo. Sólo quiero recordar los motivos que me hicieron sonreír. Sonreír con los recuerdos de sonrisas es la única fuente de felicidad que puedo abrazar ahora.

Cuando estoy solo pienso demasiado, y si pienso escribo. Me gustaría poder vivir en un lugar alejado de todo el mundo, de forma literal. En otro planeta, fuera de cualquier terreno humano para encontrar humanidad. Y sé que mi objetivo es buscar la perfección, la felicidad, y la paz, para no encontrarlos nunca. Porque el día en que lleguen a mi, y me sienta satisfecho, no tendré ningún otro motivo por el que seguir viviendo. No quiero ser feliz, quiero buscar y perseguir los motivos que podrían llegar a hacerme feliz para jamás alcanarlos.

Ya no recuerdo ese día en el que una sombra vino para dar luz en penumbra a mi dolor de cabeza. En un estallido de retorcidas sensaciones desagradables peleando en mi cerebro se podía observar algo de luz. Una luz muy triste y apagada en una esquina. Una luz que llora.

Yo seré tus ojos, cunado están encharcados en dolor y terminales de hinchazón de tanto llanto. Tus oídos cuando están tapados por unas manos arrugadas de experiencia y débiles por el paso del tiempo.
Tu boca cuando sólo el sabor agrio de la derrota y frustración más amarga apremie en ella.
Tu nariz cuando no haya aromas de esperanza que puedan inundarte los pulmones a cada bocanada de aire.
Tu piel cuando la suave seda de un placer carnal no esté ahí para abrazarte.

Ya no recuerdo el día en el que el ácido sabor del alcohol me negó la oportunidad de sentirte.