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martes, 29 de enero de 2013

Desaparece.


Paso por nuestros lugares y recuerdo con nostalgia esas frías mañanas donde lo único que imperaba era una despedida. Escucho nuestras canciones y se me llena el alma de buenos recuerdos y sensaciones. Símplemente pasar la mano por aquel cuadro que pintaste para mi, y que ahora descansa en un cajón, me hace sentir que estoy tocando tu piel de nuevo.
Y me arrepiento.

Desearía que esos recuerdos desaparecieran de mi mente, incluso los buenos. Incluso aquellos recuerdos que podían hacerme llorar de la emoción en cualquier lugar en época pasada. Quiero eliminarte de mi cabeza, de mi vida, de mi pasado, y de mis recuerdos.

Me consuela la idea de que, tal vez, algún día, sólo puedas ser una sombra de una mala época, de los mejores, y peores días de mi vida. Quisiera que jamás hubiera existido lo que hubo entre nosotros. Quisiera volver a conocerte para poder decidir no conocerte más.
Sólo el ser humano tropieza dos veces con la misma piedra, y tú fuiste la piedra de mi camino. Sólo deseo poder convertirte en aire, en sombra, en olvido, en nada. Poder suprimirte por completo, y borrar tus recuerdos. Los buenos momentos sólo serán pasto de la oscuridad de la que se alimenta el sufrimiento. Un sufrimiento que no mereces que me consuma.
 No te deseo ningún mal, pero desearía ue te dieras cuenta de todo lo que has roto. Las columnas repletas de enredaderas que, imaginamos, sostendrían los cimientos de nuestro pequeño mundo, cercenadas por la mitad, los valles inundados con infinidad de animales muertos flotando en sus aguas. La Luna y el Sol batallando a muerte en una sangrienta lucha de astros. Los edificios rocosos reducidos a piedras amontonadas sobre una civilización que yace muerta.
Desearía que jamás me hubieras inspirado a escribir lo que escribí. Ojalá jamás hubieras retratado a mi única Musa, a mi único anhelo. Ojalá jamás te hubiera conocido, porque has sido mi mayor error.
Ojalá jamás te hubieras acercado a mi, y ojalá nunca hubieras blandido tu pincel para acariciar el rostro de mi amada, de mi única musa.

Y no sé por qué me sigues doliendo. Dime, si yo no siento amor ¿Qué me duele?
Quizá sea la frustración de saber que he pasado de amarte como a mi vida, a sentir cierto odio por ti.
¡ODIO! Qué palabra... pensé que jamás la usaría de tal modo, contra ti, sintiendo cada letra.
Qué rabia, qué desasosiego. Porque no es un "si hubiera sido así", es un "ha sido, y hubiera sido de todos modos". Porque no había ni remedio ni razón, y sólo podía pensar en los que fueron como yo.


Deseo que la interpretación de la palabra "olvido" lleve tu rostro por bandera. Desaparece.

domingo, 27 de enero de 2013

Erotismo (Parte 3)


Parte uno: http://ejercitodepalabras.blogspot.com.es/2013/01/erotismo-parte-1.html
Parte dos: http://ejercitodepalabras.blogspot.com.es/2013/01/erotismo-parte-2.html

Sus palabras hicieron que mi corazón latiera el doble de rápido, y me mordí los labios. Su coño tan húmedo y caliente.
 Quería, no, Necesitaba meter la lengua ahí y notar cómo nuestros fluidos se entremezclaban. Así que saqué mi lengua y, moviéndola muy rápidamente, acaricié su clítoris con la punta una y otra vez.
 Sus gemidos se volvieron completamente audibles, y ella misma jugaba con sus pechos mientras me acariciaba la cabeza echando la suya hacia atrás.
De pronto, deslicé mi cara entre sus piernas, y mi lengua se introdujo dentro de ella, moviéndose como un pececito fuera del agua, y noté su piel fina y suave acariciar mi cara, y mi lengua ascendió hasta su clítoris de un lametón, repitiendo el mismo proceso varias veces. Sus manos agarraron mi pelo con más fuerza, y mi lengua, ya a la altura de su clítoris comenzó a hacer presión sobre él.
Mis labios lo apretaban, mientras mis manos le agarraban de la cadera. Quería atraer su cuerpo hacia mi, seguir lamiéndole sin parar. Quería continuar dándole placer, y mojando mi barbilla.

 Necesitaba sentir su cuerpo dándome sexo, ya no podía aguantar más de ninguna forma. Me incorporé mordiéndome los labios, y le observé con las mejillas coloradas, y  el maquillaje corrido. Le ordené con dulzura que se tumbara de una forma más cómoda en la cama mientras me secaba la barbilla, y me acerqué a ella lentamente.
Apoyé mis rodillas de forma que mis caderas pudieran chocar con las suyas. Mi pene estaba muy duro, hasta el punto de que casi me dolía. Ella se mordía los labios y respiraba muy fuerte y de forma entrecortada.

domingo, 20 de enero de 2013

Erotismo (Parte 2)

Parte uno:  http://ejercitodepalabras.blogspot.com.es/2013/01/erotismo-parte-1.html

Mis labios acariciaron su cuello con la misma pasión que sus labios pronunciaban mi nombre, y sus manos acariciaban suavemente mi nuca, mientras mi cabeza seguía bajando por su delicado cuerpo.
 Mi boca se encontró con sus pechos, tan firmes y proporcionalmente perfectos, y mi lengua comenzó a jugar con sus pezones a la par que mis dientes, que procuraban un leve estímulo que le hizo estremecerse y sus poros se hicieron más visibles.
Con la otra mano acariciaba el otro de sus senos, y mis dedos concluían entre ellos, masajeando la zona.
Pronto mi lengua comenzó a rodar de nuevo, y besé su ombligo, mientras le quitaba la ropa interior. Acaricié sus caderas, y mi boca continuó bajando muy lentamente por su pelvis.
Mis labios se separaron de su cuerpo, y me arrodillé al pie de la cama, abriendo sus piernas y recreándome en la situación.
Mi boca no pudo evitarlo, y comenzó a salivar  Los deseos de comenzar a lamer sus genitales eran atroces, pero no iba a ser todo tan sencillo.
Acerqué mi boca a su entrepierna, y besé muy suavemente sus ingles, sin llegar a tocar sus partes, mientras que con mis manos acariciaba su culo y sus caderas, y mi cálido aliento humedecía aún más esa golosina, o al menos en eso se había convertido su clítoris, hinchado y latente, esperando a que lo apretara y lo mordiera como una pequeña gominola. Tan sólo la idea de comenzar hacía que la sangre me hirviera.

Mi boca volvió a emitir calor, y rocé su coño con los labios de la forma más leve que me permitieron las ganas de comenzar.
Su cuerpo se estremeció, y comenzó a soltar leves gemidos. Ella tenía tantas ganas como yo, eso estaba claro.
 La temperatura de su sexo y lo increíblemente húmedo y abierto que estaba lo dejaban muy claro.

- Por favor... - Dijo ella entre suspiros. - Joder, hazlo ya. Por Dios...

jueves, 17 de enero de 2013

Erotismo (Parte 1)


Fijó sus ojos en mi mientras su lengua se dejaba ver entre los labios que formaban una sonrisa pícara, y lamió en un movimiento descendente mi vientre hasta llegar al pliegue de mi pantalón, el cual no tardó apenas unos segundos en desabrochar.

Agarró mi sexo, erecto y lubricado, y me volvió a mirar a los ojos. Abrió la boca para que pudiera notar su cálido aliento en mi miembro, y después se apartó para hacerme morir de ganas. Sus ojos seguían clavados en mi, mientras sus manos juguetaban traviesa e inocentemente con mi cuerpo semidesnudo.

Repitió la operación anterior, pero esta vez tocando un poco la punta con la lengua, la cual estaba muy blanda y húmeda.
Y antes de que pudiera parpadear, un cosquilleo cálido y esponjoso se apoderó de mi cuando se la hubo introducido a la boca.

La sensación era cálida y agradable, y pude notar con cierta dulzura cómo su lengua se paseaba temerosa por la parte anterior del tronco de mi pene, cuando aún lo tuviera dentro. Sus labios ejercían la presión justa como para poderse deslizar con total libertad cuando se introducía y se sacaba mi pene de la boca.
Pude notar como de vez en cuando la sacaba de la boca y se molestaba en jugar con ella como si de un polo en verano se tratara, utilizando su lengua, y sus dulces manos de porcelana, clavando sus ojos en mi derrochando inocencia y morbo.
Emitía ciertos gemidos, ahogados por mi polla tapando cualquier vía de escape de aire de sus cavidades bucales.
Y exploté. ,  no pude más, y le agarré firmemente del pelo, obligando a su cabeza a ir para atrás, dejando su blanco cuello libre, el cual mordí y acaricié con la lengua. Sus jadeos conseguían excitarme aún más, y, agarrándole de la cintura le invité con un suave gesto a que se tumbara en la cama.

lunes, 14 de enero de 2013

Vacío


Es una sensación muy profunda, como una especie de basura que se queda enquistada en el ánimo haciéndola imposible de eliminar, al menos por métodos normales.

Una sensación de absoluta soledad, como una presión muy fuerte en la boca del estómago que lucha por salir en forma de gritos guturales, y de dolor en su máxima expresión.

Una explosión de mil agujas desde dentro, la sensación de no poder sacar lo que necesita salir al exterior. Tal vez por miedo al qué no dirán más que a los comentarios, que al fin y al cabo se acabarán desvaneciendo desde el pedestal en el que nunca estuvieron. Un podio bañado en oro, pero fabricado con la podredumbre de un rechazo latente que no se manifiesta, pero se siente golpeando cada rincón del alma.

Una pena que petrifica, una decepción que incrementa las ganas de llorar en un infinito, pero no lo suficientemente potente como para hacer brotar una sola lágrima. Descubir una falsa adoración, sapiente de que el vástago perdido de una celebridad inexistente se creía oro, pero sólo era mena de bronce.

Una tristeza que va creciendo por momentos, lanzada como una bola de nieve en la pendiente de la desesperación, creciendo a cada rato para acabar reventando en mil pedazos contra la pared del ego. La necesidad de reconocimiento aún tratando de quitarse el polvo que mordió tras verse con las ilusiones rotas. Acabar arañando la fama para dejarle sólo patéticos surcos superfluos que acabarán eclipsados con otra nueva promesa.

Y miles de preguntas que invaden mentes ajenas, que en forma de colmena, se conectan con la mía:
 "Aunque la lluvia empape mis sentidos, por mucho que el granizo golpee mi rostro, por mucho que el sol abrase mi piel, aunque toda la tinta vertida en sufrimiento causante de historias grabadas en papel se evapore, jamás dejaré de escribir".

No pretendo que se  me entienda ni que se reconozca mi mérito, puesto que sería mi vida una completa y solitaria frustración continua si eso pretendiera, porque el fracaso sólo es el hermano bastardo del éxito.