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domingo, 11 de agosto de 2013

En algún rincón de mi mente.

Procuro dormir siempre con música, porque así me quedo mucho más tranquilo, más relajado al saber que las voces que me acosan no están sólo dentro de mi cabeza... y joder, cómo gritan.
Sin embargo son suaves y sanas, con tacto esponjoso en su etereidad, y sé que cuidan de mi y que velan por mi cordura. Mi enferma y podrida cordura, mientras latentes palabras se amontonan en mi cabeza. Nada nuevo, me he sentido así miles de veces, pero con el aliciente de la seguridad de que mis pensamientos son míos, y sólo los puedo escuchar yo. Con la seguridad de que no los escucha nadie más, aunque a veces sean tan fuertes e involuntarios, sabiendo que soy yo el que domina mi cabeza y mis impulsos, y no al revés.
Creo que mi corazón llora en soledad, en los cauces sangrientos que mis lágrimas de lava graban en mis mejillas al recordar la pena que me aflije. Y ahora que tengo la tranquilidad necesaria para escribir no escribo, y la inspiración me seduce a ratos envolviéndolo todo con falsas esperanzas de ilusión moribunda por una descripción pobre y mediocre sobre un papel, como un niño con zapatos nuevos buscando un charco de barro con el que estrenarlos. Pero sí, creo que mi corazón llora en soledad, en la soledad donde yo esperaba escribiendo, en la soledad donde aprendí a esperar, en la soledad donde me hubiera gustado escribir mis más bellos relatos.
Creo que más que llorar, entra en un intento desesperado de llamar la atención, latiendo de forma inhumana, buscando algo que sentir, algo por lo que luchar. Buscando escribir, escribirme, vivir escribiéndome, latir desenfrenado mientras me escribe, llorarme en litros de lágrimas y sudor, sumergirme en no tan bellas palabras. Él es el que manda, al fin y al cabo, y hay que aguantar sus designios con desdicha, no queda otra.
Y desde lo más profundo de mi mente, en el rincón de mi soledad, me pregunto... ¿qué queréis? no necesito vuestro consuelo, ese consuelo que tengo por tormento y por castigo. No es necesario que penséis por mi, no quiero que sigáis hablando sin mi permiso, no quiero permitiros la libertad necesaria para acabar tomando el control de mi mismo, de mi mente. No pensé, de hecho, que algún día os otorgaría la importancia necesaria como para escribir sobre vosotros... o vosotras. O lo que sea.
Claro que jamás había pensado tantas cosas de forma tan intensa e involuntaria, tan alto que es como si pudiera escucharlo, en ocasiones. Pero no, sé que mi demencia no llega a tanto, sé que lo mío es locura y no enfermedad. Temo que mi cabeza lo acabe tomando en serio causa de tanta sugestión. Pero son sólo pensamientos.


"Sueños de plata, recuerdos de oro, todo ello grabado en platino con punta de diamante".